La segunda parte dedicada a los megalitos se referirá a las construcciones de las que tenemos constancia y, o han desaparecido, o no se han excavado aún.
En la carretera Niebla-Valverde, atravesada por los restos del acueducto romano (el famoso “perro” los kms. 3 y 4, a la derecha si nos dirigimos hacia Valverde); se encuentra un túmulo funerario denominado de EL LITRI, descubierto por J.M. Luzón Nogué en 1969, si excavar ni estudiar aún, por lo que incluirlo en esta cronología puede ser un poco arriesgado hasta nuevos estudios.
En el cabezo de EL PALMARÓN, también se estudió un dolmen reutilizado en época posterior, del cual hablaremos cuando nos metamos en el primer milenio a.n.e.; por desgracia las técnicas del momento lo hicieron desaparecer, de hecho se voló con dinamita, para su apertura. Hoy nos puede parecer una barbaridad (que lo es), pero lo único que indica es que durante la primera mitad del siglo XX lo que verdaderamente interesaban eran los “tesoros” que se escondían en las tumbas y no éstas propiamente dichas.
El último y más llamativo, también es del que más información nos queda es el llamado THOLOS DE “EL MORO” (las imágenes del álbum adjunto son del tholos). Aunque algunos investigadores no lo consideran propiamente un megalito ya que su cubierta, en forma de media esfera, se consigue con una falsa bóveda, es decir se van aproximando hiladas de piedras que cierran el techo; no obstante tanto las paredes de la cámara como las del corredor de acceso están formadas por ortostratos de pizarra de considerable tamaño.
Este tholos era conocido desde principios del siglo XX por la Escuela de Arqueología de Elena Whishaw, pero definitivamente se excava en 1965 por J.P. GARRIDO ROIZ y ELENA MARÍA ORTA, quienes publican los resultados de la misma, así como depositan los materiales encontrados en el museo de Huelva (actualmente se pueden ver algunas piezas en las vitrinas). Tras su excavación el monumento desaparece al utilizarse toda la zona como gravera para extracción de áridos. Su cronología se remonta como mínimo al segundo milenio a.n.e, aunque sería conveniente una revisión de los materiales excavados.
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