"STAT ROSA PRISTINA NOMINE, NOMINA NUDA TENEMUS"

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El blog de Pelayo Castillo Palacios

lunes, 25 de abril de 2011

DIARIO DE UN CAPATAZ DEL NAZARENO

            Miércoles Santo, 10 de la mañana y mientras suena el móvil aparece en el dial “tomascostalero”, ¿cómo estará el tiempo, saldremos, has mirado en internet? – tranquilo Tomás es muy pronto, pero salimos, seguro. Apenas cuelgo de nuevo el móvil, “selucostalero”, mismas preguntas, idénticas inquietudes y así hasta tres veces más cada uno hasta el mediodía, cuando ya el sol se ha abierto paso en un cielo cada vez más azul.
            Llegamos a Niebla, comemos con mis padres y me voy solo a tomar un café, no me quedo en casa a descansar un rato, no me apetece (o no puedo). A las cuatro de la tarde la plaza está desierta, me planto con mi mp3 delante de la puerta de la iglesia y repito sobre los pies hasta 4 veces Reo de muerte, la marcha de la salida.
            Las seis de la tarde y Manolo (Candiles), puntual como un reloj me espera en la casa de Hermandad para terminar de poner las marchas, sacamos los relevos y voy a cambiarme, el traje oscuro espera planchado sobre la cama, junto a él la medalla, el listado de relevos y la fotografía que todos los años nos regala Sebastián.
            Pañuelo en la muñeca, fotografías, abrazos, los mejores deseos y nervios fuera; tras la puerta nos espera Niebla. En estos momentos no hay persona en quien confíe más que en Sebastián (nuestros ojos) y José Luís (nuestra voz). Marchas y aplausos: la bendita calle que tanto ansiamos.
            Calle Hermanos Monsálvez y acaricio el martillo para mi primera levantá, como todos los años: a las madres, a las esposas, novias, hijos y todos aquellos que se quedan en casa mientras la noche de los viernes ensayamos; para el momento la persona elegida: Lola, madre y esposa de costalero y capataz, se me quiebra la voz cuando llamo y Selu contesta “¡a los cables, os quiero ver volar!”, y ¡vaya si vuela! Hasta el cielo para caer a plomo sobre los cuellos costaleros. Con un crujido se rompen la primera trabajadera y nuestras ilusiones por realizar la estación de penitencia.
            Unas manos salvadoras consiguen reparar el desastre y podemos continuar, sin levantás al cielo, como antes, a pulso, pero con un andar que tras los nervios iniciales y lógicos lleva al nazareno con paso majestuoso al encuentro de la Señora.
            Luego la cuesta de San Miguel, me separo del paso y sólo lo contemplo: trabajo de costalero, andar bien hecho, libertad para el boquilla que se luce empalmando marchas, la trasera de San Martín vuelve a ser un año más la chicotá más sentida.
            En la Plaza de la Feria los dos nazarenos frente a frente, en un relevo silencioso añoramos los años vividos con el anterior y soñamos los que están por venir con el actual. Continua el paso firme y quedo hasta la apoteosis de Santa María, otra vez golpea las zambranas del paso la poderosa saeta de Sebastián y al templo, a casa, hasta que, inmisericorde, el último golpe de martillo precede al ¡ahí queó! de Sebastián. Ahora todos a esperar a nuestra madre, La Virgen de los Dolores, despidiéndose del intenso Miércoles entra en el templo iluminada por su candelería, destacando el cirio de “luz de vida”.
Con sonrisas cansadas pero satisfechas nos citamos para el Viernes, si el tiempo lo permite.

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