Os dejo otra “perla”, aunque debería decir “cereza” de Cristina, saboreadla despacio….
EL CEREZO
Lo siento.
Lo siento.
Lo siento, amor.
Todos nuestros caminos los recorrí sólo para llegar hasta ti y…. A veces corría como las gacelas del Serengueti, otras volaba como el tucán del trópico, algunas trotaba como el caballo español, y las últimas gateaba cual bebé recién nacido, pero te juro, cielo, que nunca paré de ir hacia vosotras. Aunque hubiera tenido que nadar por todos los océanos de este planeta hacia la isla que nos cuidaba como una madre antes de castigarnos como un Dios vengador.
Y era el miedo, amor, lo que me frenaba, y no la falta de gasolina o el cansancio. Ni siquiera las réplicas que una y otra vez me sacudían y dejaban tan indefenso que en ocasiones me creía morir. Luego pensaba en ti y en …,y decidía volver a levantarme y dirigirme a nuestra casa rápido, muy rápido, mucho más rápido.
Pero, amor, tengo mucho miedo y no disfruto demostrándolo, pero ya todo me da igual. No paro de preguntarme si estáis bien, y no hay mantra capaz de hacerme olvidar los oscuros presagios que me envuelven cuando pregunto por ti. Y lo siento, amor, en mi cabeza aparece nuestra casa envuelta en llamas, con tu cerezo, ese que plantaste como símbolo de nuestra vida, tronchado de la virulencia.
Y lloro, amor, claro que lloro, aunque pienso que estaréis bien, acaso con rasguños causados por trastadas de la niña. Se parece tanto a ti que a veces parece que he viajado en el tiempo y te estoy viendo ser la niña tierna y feliz que fuiste hace ya años.
¡No, no debería haber hablado de ella! Si por ti tengo miedo, amor, por ella siento terror. Es tan pequeña, tan frágil, tan dulce,…¡¡No, no puedo pensar en ella, me paralizo y tengo que seguir!!
Comienzo a ver el bosquecillo de casas de nuestro barrio y siento como el corazón me impulsa a salir corriendo hacia vosotras, mientras la cabeza aúlla que huya de allí.
Como hierba seca. Como un castillo de naipes. ¿Y las farolas? ¿Y los jardines cuidados? ¿Y los carteles de “SE VENDE”? Volado, todo ha volado como Dorothy en “El mago de Oz”. Pero no debo pensar, debo correr, volar, trotar, gatear.
Si no fuera por el cerezo, amor, no hubiera encontrado la casa. Insultante, irreverente, está de pie, más fuerte y bello que nunca. ¿Eso quiere decir que estáis bien? Ruego a todos los dioses que existen, existieron o existirán, que sea verdad.
De repente, mi corazón se paraliza durante apenas un segundo eterno. Tu bolso asoma entre lo que parece ser nuestro garaje. ¿¡Estás aquí!? Lloro, grito y aúllo mientras mis piernas dejan de responder y el dolor me envuelve con su manto putrefacto. Amor, amor, despiértame de esta pesadilla y dime que vamos a desayunar, que la niña no te ha dejado dormir, que llego tarde al trabajo, que no me soportas, pero que me quieres más que a tu vida. Tu vida…
¡NO, NO PUEDES ESTAR! Me arrastro hasta el garaje e intento entrar, mientras miles de cascotes me rodean y grito una y otra vez tu nombre. Y otra vez se para mi corazón, esta vez para romperse. Estás…
Lo siento, amor, se te manchó el uniforme de trabajo, pero sigues tan bella como siempre.
Lo siento, amor, debí llegar antes, pero tú sigues siendo tan paciente.
Lo siento, amor, debí morir contigo, pero… ¿me sigues queriendo?
¡Cerezo mentiroso, me engañaste! Me dijiste que estaba bien y no lo está, no está aún estando aquí.
Y lo peor es que te ves tan débil, amor,…Tú, que cada día sostenías nuestra vida; tú, nuestra cabeza y corazón; tú, parte de mí y de ella. Ella… ¡Ella!
¿Dónde está, amor? ¿Dónde está ella? Mis fuerzas regresan, porque ella debe estar bien, con su chupete, su osito y su pequeño diente. ¿Dónde está? ¡Contéstame, amor! ¿No me oyes, acaso? ¡Inténtalo, dime dónde está! Y grito su nombre con desesperación, la necesito, mi vida sin ella,…, no hay vida, no la quiero.
Amor, dime dónde está. No quiero dejarte sola, pero tengo que encontrarla y decirle que todo irá bien, así que procura no irte lejos, por favor.
En el salón la porcelana rota me indica que no la han visto. En la cocina el arroz desperdigado me anima a seguir buscando. Y en su cuarto,…, en su cuarto sus muñecos me cuentan cuánto la echan de menos. No puedo más que llorar con su nombre y el tuyo en mi llanto.
Desisto, amor. Me vuelvo contigo y contigo estaré por siempre, haya o no haya otro mundo en el que poder encontrarnos. Pero antes nuestro cuarto sigue estando intacto, y no evito, aunque pudiera, recordar. Tantos días, tantos ratos juntos allí, sin querer salir de nuestro mundo de cuatro paredes que, aunque pequeño, para nosotros era suficiente.
Tampoco puedo evitar preguntarme cuántos, amor, cuántos hogares estarán como el nuestro. ¿Cuántos padres, madres, hermanos, abuelos, hijos, habrá enterrados entre las ruinas de nuestro mundo? ¿Y cuántos sufren como lo hago yo? Este ya no es el país del sol naciente, amor, es el país del sol muriente, donde un maldito temblor destrozó nuestra sencilla y amada vida. Ya no me queda nada, ni a mí ni a nadie, tan sólo el deseo de terminar con este sufrimiento eterno en esta estúpida vida en la que ya sólo hay una oscuridad impenetrable.
Pero se ilumina todo.
Pero hay una esperanza de que nuestra vida, nuestro país, florezca de nuevo.
Pero de nuestro armario sale una voz que me dice papá.
Pero el cerezo no mentía.
Cristina Castillo Martín I.E.S. Nieves López Pastor 2º de Bachillerato A
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