Paradójicamente
he elegido este título para hablar de 3 personas que condicionan en alguna
medida de mi quehacer diario. En un resumido escalafón espiritual quisiera dar
mi opinión acerca de tres referentes:
El Papa Francisco. Aún
recuerdo cuando salió elegido del Conclave y fue nuestro párroco quien me lo
comentó, “me gusta, no sé por qué, pero me gusta”, esas fueron mis palabras;
hoy me ratifico en lo dicho, con un poco más de conocimiento de causa. Creo en
las personas, no en las etiquetas ni en los tópicos (de ahí lo del hábito y el
monje); reconozco que en mucha ocasiones mis generalizaciones contra la Iglesia
fueron furibundas, pero uno va madurando, aprendiendo (sobretodo a base de
palos) a conocer a las personas. Como dice la propia Biblia Por sus frutos u obras los conoceréis (Mt. 7, 15-20). No sé
qué deparará el futuro para la cabeza de la Iglesia en la tierra, pero sus
obras hasta el momento son esperanzadoras; reconozco que nunca me había sentado
a escuchar el mensaje de Navidad del Papa, pero ayer me apetecía y oí una
persona cercana, con un mensaje sencillo y universal, el acercamiento hacia los
que no creen se parece mucho al ideal de humanidad que yo comparto.
Siguiendo
el escalafón, bajaremos hasta nuestro representante episcopal, Don José, con quien he tenido el placer
de intercambiar algunas palabras en varias ocasiones… más de lo mismo, desde el
primer momento sientes que la distancia se acorta hasta la comodidad de una
charla sencilla y agradable. Quizás una rara
avis dentro de un mundo episcopal cuando menos chocante por sus posiciones
y declaraciones fuera de lugar y tono, pero si en el sorteo (desconozco como se
hacen las designaciones episcopales) nos ha tocado D. José, tan sólo se me
ocurre decir “que nos dure mucho tiempo”.
Ahora
al más cercano, por domicilio y conocimiento, evidentemente no le he consultado
para escribir, para no ser condicionado… ya sabéis: mi blog, mis palabras.
A Marcelino lo podemos encontrar por
nuestras calles, siempre activo, siempre trabajando (y dando trabajo). De ideas
claras y decididas, lo que puede no gustar a todo el mundo, ya que la adulación
sin justificación creo que no tiene cabida en un mundo misionero y, por lo poco
que atisbo la congregación a la que pertenece imprime un carácter cosmopolita
difícil de entender en un universo reducido a nuestra localidad. Supongo que
todavía quedan “románticos” de la sotana hasta los pies y las misas en latín, y
esos curas que se atreven a ir en bicicleta, a jugar al fútbol, a romper esquemas
tradicionales no son bien vistos; no niego que mi pensamiento revolucionario
cuadra muy bien con esta hornada de SVD y por tanto se trabaja muy a gusto.
Incluso una excusa, vana en mi opinión, es la del lenguaje “es que no se le
entiende” ¿No será que los términos que utiliza son un poco complicados?
Marcelino tiene un verdadero problema en mi opinión: su formación; mucho más
culto e inteligente de lo que suponemos estudió un castellano académico que no
se utiliza en nuestras calles, lo sé por experiencia propia, a veces yo mismo
me planteo reescribir las entradas para hacerlas más asequibles, pero cada uno
es cada uno. También se le tilda de exigente, pero no solicita más de lo que él
mismo hace consigo mismo, le preocupa su pueblo, y mucho, especialmente los
jóvenes, que en definitiva son el futuro; es difícil mantenerle el nivel de
trabajo, pero merece la pena… de las pegas ya hablaremos en privado.
Con
estos mimbres la estructura espiritual creo que la tengo muy bien vertebrada y
doy gracias a Dios por ello. Ahora que finaliza el año es tiempo de reflexión y
evaluación.
En
un pueblo en el que todo gira alrededor del partido político al que votas, de
la Hermandad a la que pertenezcas, del bar al que vayas, el equipo de fútbol
que te guste, los “hábitos” acaban siendo perjudiciales y nos impiden ver la
persona que los viste. Mi consejo para el fin de año es que os relajéis, os
acerquéis y, al menos probéis, las personas son como las lentejas “el que las
quiere las come, el que no, las deja”. Atreveos a conocer a los demás, no pasa
nada, sólo habréis perdido el tiempo… o no.
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