Ayer
la ilusión sincera de los pequeños llenó nuestras calles, con la imagen de un
Jesús triunfal a lomos de un humilde borrico los niños, nuestros niños tomaron
el protagonismo de la Semana Santa iliplense.
Si
el silencio respetuoso del Viernes de Dolores anunciaba los venideros días de
recogimiento, reflexión y oración, el Domingo de Ramos ponía el contrapunto
alegre que tan sólo un niño vestido de blanco o una niña de hebrea puede dar,
porque para ellos es poco más que un juego, pero el aprendizaje de la vida no
deja de ser más que eso, un enorme juego que va marcando nuestro camino.
Son
mimbres jóvenes, tallos tiernos, pero que crecerán robustos para fabricar un
maravilloso cesto cofrade.
Poquito
a poco, sin prisa, saboreando cada chicotá, Niebla va ganando una Semana Santa
de ensueño.
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