Whatsups
ingeniosos, mensajes de voz, villancicos y montajes, felicitaciones
superelaboradas por Facebook o twiter… ¡estamos en Navidad!
Nos llegan
felicitaciones de las Hermandades, del Ayuntamiento, de Asociaciones lúdicas o
de cualquier otra índole, de El Corte Inglés, de la aseguradora de la casa o de
esa tienda en la que compré algo de lo que no me acuerdo.
Pero
no me acaban de llenar, son felicitaciones de plástico que saltan en el
calendario de algún ordenador central recordando al trabajador de turno que
toca mandar los papeles de la Navidad.
Sin
embargo el año pasado un amigo propuso algo por Facebook que me gustó, pero de
verdad, no para darle al botoncito (por cierto ¿alguien sabe porqué no ponen
uno de “no me gusta”, porque ese sí que me inflaría a darle). Antonio quería enviar postales navideñas, en español, que christmas no se siquiera si lo
escribo bien; lo siento, pero soy de Sus Majestades los Magos de Oriente y no
de Papá Noel. Le envié mi dirección y recibí su postal…
Hasta
ahí todo bien, bueno muy bien, porque un sobre con su sello y mi nombre escrito
a mano hacía tanto tiempo que no recibía que me hizo retroceder a tiempos en
los que las cosas tenían un valor diferente, y especial, debo añadir.
Este
año he subido un peldaño y lancé la oportunidad a todos aquellos que quisieran
recibir uno mío. Más de una veintena de postales, cada una distinta a la otra,
escritas a mano y con su toque especial en el texto, dedicadas al remitente.
Es una
experiencia maravillosa, porque con un coste económico mínimo (el lote completo
puede salir por 50 céntimos aproximadamente) te proporciona un rato de confort
y Navidad verdadera. El mero hecho de tener que pararte, pensar y escribir con
un boli de toda la vida implica una mínima dedicación, no es un trabajo en
cadena para darle al botón de imprimir y punto. Desde que te planteas “¿a este
amigo/a qué le pongo?”, lo escribes, metes en su sobre, lo llevas a correos
donde te miran raro porque esto ya no se lleva, lo franqueas y acto seguido te
vas a casa visualizando el camino que correrán tus palabras, porque esas son
todas tuyas, fruto de tu escritura con sus virtudes y defectos.
Luego
los resultados te dan la razón y en casi su totalidad los receptores se han
sentido apreciados, es más, han colocado sus postales en lugares de privilegio
en los árboles o belenes.
Esa es
la verdadera satisfacción, poder compartir un poquito de los hogares de las
personas que aprecias. Quizás el año que viene sea yo quien las reciba y espero
alegrarme tanto como cuando sé que mis misivas os han llegado.
Aunque
sea repetitivo, porque algunos ya los tenéis en casa, os envío mis mejores
deseos para estas Navidades y que se prolonguen al menos hasta diciembre del
año que viene.
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