No es un error a la hora de
escribir, es tal y como se puede leer en 1581 en el acta de Cabildo.
No hace mucho hablamos de la puerta de Sevilla, dando por
obvio que siempre habían tenido puertas, pero lo bueno que tiene la
documentación no transcrita es que lo que sabías ayer, mañana puede ser
completado, desmentido o transformado en una nueva interpretación.
Pues por lo visto cuando se mandan hacer las puertas para
la de Sevilla, ésta carecía de ellas. Os colgamos un fragmento del legajo 1del
A.M.N. (leg1 8rº)
Que se fagan puertas / para
la puerta de Sivilla (nota al margen)/
En este cabildo se acordó
que porque esta villa esté mejor g[uar-] / dada de las personas de fuera que en
ella quisieren entrar, [que] / los tres pinos que se quitaron de la puente, se
asierren y se [fa-] / gan unas puertas para la puerta de Sivilla y por ello se
[ ] / mete a el Sr. alcalde Melchor de
Parrales
Por lo que nosotros interpretamos, se talan tres pinos
que deberían ser de considerable tamaño, al menos para que con ellos se puedan construir
unas puertas de madera, los mismos se quitan de "la puente", sin poder ubicar con
exactitud el lugar al que se refiere, posiblemente las orillas del Tinto, que estarían
pobladas de estos árboles, recordemos que el eucalipto no se introduce hasta la
implantación de Celulosa en el siglo XX.
Igualmente, y gracias al mismo legajo sabemos que es el
oficial carpintero del Duque, encargado de las obras de sus fortalezas y que en
esos momentos se encuentra en Niebla quien realiza el encargo que le hace el
Cabildo. El referido oficial se llama Antón Camacho, que es contratado por los
alcaldes ordinarios D. Melchor de Parrales y D. Alvaro Viera.
Lo más llamativo de todo es el motivo por el que se colocan
las puertas, “porque esta villa esté mejor guardada de las personas de fuera
que en ella quisieran entrar”. No son motivos económicos (cobrar el portazgo),
ni políticos (cualquier tipo de guerra), ni siquiera de exclusión social
(forasteros e indeseables). Como veremos en posteriores publicaciones, los
motivos son mucho más peligrosos…
¡LA PESTE!
Pero mantendremos el suspense hasta nuevas entradas.
Antonio Bonilla Giles y Pelayo Castillo Palacios
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