1. LA VIRGEN DEL PINO.
1.1
Santa
María de Lavapiés
El
documento más antiguo encontrado no corresponde al AHN, sino a la Colección diplomática del Monasterio de
Santa Clara de Moguer (VILAPLANA, 1975), concretamente es un testamento
realizado por una vecina de Niebla, Urraca Fernández, de la collación de
Santiago de Niebla, que dona para la obra de la eglesias de Santa María de Lauapiés… e de Santa María de las Rozinas,
dos marauedís a cada una… Así pues en 1349, menos de un siglo después de la
conquista de Niebla por Alfonso X, existía una ermita bajo la advocación de
Santa María de Lavapiés, no sabemos si es fruto de la cristianización del reino
de Niebla o si sobre una construcción previa y más antigua se levantó la
ermita.
Tuvo que ser una advocación reconocida porque el primer
conde de Niebla, don Juan de Guzmán, en un documento fechado el 3 de octubre de
1396, dos días antes de su muerte, dona
igualmente en su testamento 20 maravedíes a las ermitas de San Christoual de Niebla y Santa María de Lauapiés, que son término de
la dicha villa… (ANASAGASTI y RODRÍGUEZ, 2006)
1.2
Ermita
extramuros.
4.2.1 Ubicación.
Sabemos que el arroyo de Lavapiés, vierte sus aguas en la
margen derecha del río Tinto desde el norte del actual término municipal,
algunas citas nos podrían acercar más a la ubicación de la ermita; aunque muy
posterior, concretamente en 1755, no tenemos razones para pensar que el
edificio del siglo XIV hubiese sido desplazado de su localización primitiva,
por lo que en la relación que se envía al monarca sobre los efectos del
terremoto de Lisboa de 1755, el alcalde manifiesta que:
La
felicidad de no haberse experimentado en esta villa la desgracia de persona
alguna ni el estrago que se ha oído de otros pueblos inmediatos, se atribuye al
benigno patrocinio de la devota Imagen de Nuestra Señora del Pino, singular
abogada en cuantos desconsuelos han afligido a este pueblo, que se venera en su
ermita que está a distancia de medio cuarto de legua en un valle, inmediata a
un arroyo que llaman Lavapiés
También fray Felipe de Santiago recopiló en su
libro de 1715 una serie de leyendas sobre apariciones marianas de la provincia,
concretamente la séptima (en el capítulo XXII) es la Virgen del Pino, de la que
dice que su ermita se encontraba a dos mil pasos.
4.2.2 Vinculación
religiosa.
El
carácter extramuros de la ermita de Lavapiés puede ser también significativo a
la hora de aparecer vinculada, o al menos referidas en documentos junto a la
iglesia de San Lorenzo, que suponemos en las inmediaciones del lugar que ahora
ocupa el cuartel de la guardia Civil de Niebla.
Principalmente
es el documento donde Alonso Hidalgo, Hermano Mayor de la Misericordia,
presenta las ordenanzas de la Hermandad de la
Santa Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo y alabamiento de la
Santa Trinidad, que fue principiada en 1495. En su capítulo 9 recoge lo
siguiente:
Cap. 19, del enterramiento de los hermanos cofrades.
y si algún hermano se mandare enterrar en alguna
iglesia o / monasterio fuera de la villa, que lo acompañen hasta la puerta de /
la villa. Escepto si se enterrare en la iglesia de San Lorenzo o en / Santa
María del Pino,porque fasta allí lo han de acompañar.
No podemos inferir más vínculo
que el de ser tenidos en cuenta a la hora de enterrar a los hermanos de la
citada hermandad, pero es significativo que todo un cortejo fúnebre pudiese
acompañar un cuarto de legua al difunto hasta la ermita de Lavapiés.
4.2.3 Dependencias, distribución y estado de la
ermita.
Nuestra
fuente principal son los libros de visitas del siglo XVIII, de ellos nos quedan
descripciones más o menos someras que nos indican la existencia de un edificio
principal, la ermita, alrededor del cual se organizan otros edificios y
dependencias.
La de
1710 es la más completa, la ermita era de una sola nave, con suelos de
ladrillos que se colocaron en 1620, sospechamos que hasta ese momento pudo ser
de tierra apisonada; estaba poco iluminada, ya que tan sólo tenía dos aberturas
al exterior, una ventana junto al altar mayor y una puerta lateral, cuya
disposición hacía que entraran corrientes de aire que “apagaban las velas”;
además la puerta era baja por donde “salía la Virgen con gran indecencia”, para
procesiones y traslados, esta penosa situación se soluciona haciendo una puerta
más grande de dos hojas y en madera de Flandes y colocándola a los pies de la
ermita, una ubicación mucho más lógica y natural. Igualmente tenía una
sacristía y un portal que 20 años más tarde, en 1730 estaba hundiéndose,
creemos que éste se encontraba en los pies, dando protección a los fieles justo
antes de la nueva entrada. Creemos que la Virgen se encontraba en una capilla,
cubierta por una bóveda sustentada en arcos y adornada por un retablo de
madera; en algún momento se menciona un “camarín dorado” que aún no sabemos si
se refiere a la capilla, de dimensiones reducidas y al retablo (policromado).
También nos ha llamado la atención la existencia de unas andas que se
utilizarían para las procesiones y traslados de la imagen a Niebla.
Es en
el año de 1730 cuando se repara, de nuevo, la estructura principal de la
ermita, ya que al hundimiento del portal hay que añadir el riesgo de
hundimiento de los muros laterales; se construye un cuarto corrido para
oficinas, probablemente adosado a un lateral de la ermita para ayudar a sostener
los muros laterales; también se reparan y elevan los techos de la casa de los
santeros y ermitaños, ya que corrían gran riesgo de incendiarse al tener
chimenea y techumbre baja.
Sospechamos
que el mantenimiento de la obra (y probablemente su ejecución) no fue el más
correcto, ya que sólo 10 años más tarde el altar mayor se encontraba arruinado
y la imagen de la virgen sobre una mesa hecha con “restos del retablo”. Dejadez
que se corrobora en 1787 cuando la pared de la sacristía está arruinada y se cambia
la techumbre por el mismo motivo. Recordaremos más tarde como el terremoto de
Lisboa de 1755 no produjo daño alguno en la ermita, por lo que su estado lo
atribuimos a una falta grave de atención a de su cuidado y mantenimiento.
Es
durante la dominación francesa de la Guerra de la Independencia cuando se le da
un definitivo golpe a la ya maltrecha ermita, las fuentes achacan la ruina del
edificio a las tropas invasoras, aunque creemos que tampoco tuvieron que
esforzarse demasiado.
Nuestra
señora del Pino estuvo en la única iglesia activa durante el tiempo de la
invasión francesa, en la de Santa María, al menos hasta el año 1820, cuando se
repara la ermita de Lavapiés con la caridad de los feligreses y Domingo Ponce
Rivera, solicita tanto la bendición de la nueva ermita como su nombramiento de
Mayordomo de la misma.
Tampoco
este intento fructificó durante mucho tiempo, ya que en 1890 la virgen se
encontraba de nuevo en la iglesia de Santa María, por encontrarse su ermita
arruinada, parece ser que fue una constante esta situación ruinosa de Lavapiés.
El
último intento de restaurar o reconstruir la antigua ermita se produjo en 1953,
aprovechando una subvención estatal de 17000 pesetas y con la contribución
“voluntaria” de todos los iliplenses (el alcalde ordena que deben prestar una
peonada al menos), también se forman comisiones de obra, de prestación
personal, de rifas y de toros. Las obras quedaron inconclusas y definitivamente
abandonadas.
La
nueva, y última ermita, se construye unos kilómetros más al norte de la
original, acogiendo actualmente a Nuestra Señora.
4.2.4 Economía.
No
tenemos nada claro de quién dependía directamente el mantenimiento y sustento
de la ermita. Inicialmente podría pensarse que era autosuficiente, contando con
un mayordomo que hacía las veces de administrador, pero, en casos de necesidad
urgente el ermitaño recurría al cabildo; nos constan varias peticiones (1621,
1622, 1624, 1630) de dinero o tela para vestirse porque considera su situación
“indecente”, incluso tras cuatro años de solicitarlo sin respuesta municipal
llegó a manifestar que va “desnudo”, quizás una exageración, pero que
manifiesta la precariedad en la que vivía el ermitaño y su familia.
Independientemente
de la responsabilidad económica del sustento de la ermita e imagen, sabemos que
tenía dos fuentes de ingresos principales: las donaciones y las propias.
Las
donaciones son pocas, probablemente reflejo de la situación económica de la
población, ya hemos visto como algunas provienen de testamentos, destacaremos
el de Walabonsa Toronjo, que en 1895
donó en el suyo 500 pesetas, una cantidad nada desdeñable para la época,
destinadas a un manto para la virgen, pero el párroco del momento, don
Cristóbal Jurado, los destinó a otros menesteres por considerar tal manto innecesario.
También en 1627 Pedro López Molinero hace una cuestación popular para comprarle
una corona de plata al niño de la Virgen, pidiendo ayuda al cabildo que, en
este caso, si colabora. Aunque no tenemos relación de ella, sabemos que el
mayordomo controlaba un libro de alhajas y ornamentos, probablemente y como
ocurre hoy día, fruto de donaciones populares.
Los
bienes propios eran los que sustentaban la mayor parte de gastos de la ermita y
de la imagen. Al igual que el resto de la economía iliplense eran de carácter
agropecuario, aunque en el caso de la ermita sólo nos constan dos pedazos de
tierra próximos a Lavapiés y no demasiado grandes, uno de ellos con 36 pies de
olivos y el otro suponemos que para sembrar cereales. Es el ganado su fuente de
ingreso principal, sabemos que en 1744 el patrimonio ganadero constaba de 7
bueyes de arada, 4 vacas grandes, 2 novillos de tres años que llaman utreros, 1
novilla de tres años, 1 becerro de dos años que llaman eral, 1 becerra de tres
años que llaman erala, 1 becerro de un año que llaman añojo. Un total de 17
animales que intentaban mantener en número, lo que también implica dependencias
y cuidador de los mismos, ¿acaso el propio santero o su familia? Este ganado se
subastaba públicamente para las dos épocas principales del año, la sementera y
el barbecho, cuando más se necesitaban para trabajar la tierra.
4.2.5 Antiguas romerías.
No
hemos sido capaces de encontrar una fecha exacta para estos traslados populares
de la población iliplense a la ermita de Lavapiés, los denominaremos romerías
por la similitud que tienen con la actual que se realiza en mayo.
La
romería duraba al menos un día y una noche ya que a los curas que realizaban el
pregón se les invitaba a una comida, un almuerzo, una cena y un desayuno;
también sabemos que se hacía una procesión con la virgen, probablemente sobre
las mismas andas que se utilizaba en sus traslados de ida y vuelta a Niebla.
Las veladas festivas tuvieron que ser notorias y “excesivamente festivas” ya
que en 1714 los visitadores del arzobispado de Sevilla prohíben dichas veladas
por los “escándalos en el santuario del Pino”, también hay que reconocer que
los valores y costumbres espirituales de la España Moderna eran un tanto
diferentes a los actuales y que los enfrentamientos entre instituciones
religiosas y civiles eran muy frecuentes, por lo que hemos leído en el archivo
del obispado de Huelva, quizás este contexto magnificó la situación.
Durante
la romería se hacía la “subasta del ramo”, que ayudaba a pagar las fiestas.
Actualmente se conserva en la provincia de Huelva dos tipos de actos
denominados de la misma forma y en el mismo contexto patronal y de romerías,
uno consiste en una cesta o ramo que se llena de viandas y se subasta entre los
fieles; la segunda y la que pensamos corresponde a la antigua romería de
Lavapiés consiste en subastar el ramo de flores que la Virgen había llevado en
su mano durante toda la romería, el ganador de la subasta era nombrado
mayordomo para el año próximo y contribuir a la maltrecha economía de las
fiestas, el problema radica en que la cantidad a veces no llegaba y el cabildo
tenía que aportar parte de los gastos para hacerlas con “dignidad”.
4.2.6 Los ermitaños negros.
En una
charla personal con Manuel Vázquez León, quien pudo trabajar con el legajo de
prioratos y ermitas y de cuyo libro hemos
extraído mucha información nos indicó el gran fervor que la población
negra tenía por ciertas advocaciones marianas, es el caso de Niebla y la Virgen
del Pino. Nos consta que casi una quinta parte de la población iliplense en el
siglo XVIII estaba compuesta por “morenos” o de “color pardo”, tal y como se
recoge en los padrones respectivos, no es de extrañar pues, que también hubiese
una alta proporción de negros, mulatos, pardos o morenos entre los ermitaños y
santeros que cuidaban de las dependencias, el ganado y la ermita, de hecho, en
las fuentes a veces no se recoge el nombre del mismo pero sí el color de su
piel y el de su familia.
descendiente negro de Gibraleón (LARREA PALACÍN)
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