No deja de ser curiosa la primera referencia que hemos
encontrado al Señor de la Columna en las actas de cabildo de Niebla. Además en
este artículo vamos también a esbozar un poco las disputas internas entre los religiosos
de la Niebla de fines del XVIII.
Nos ubicamos el 11 de marzo de 1790, en una villa que
poseía entre 217 vecinos (1763) y 236 vecinos (1801), o lo que es lo mismo,
menos de 1000 habitantes; además de una población cuya economía se basaba
fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, la mayor parte jornaleros.
Huelga decir que las cosechas condicionaban las posibilidades económicas de
unos iliplenses que, en líneas generales, subsistía a duras penas.
El referido año de 1790 no tuvo que ser especialmente
lluvioso y, como hemos visto en numerosas ocasiones, se implora la ayuda divina
a base de misas, novenarios, procesiones y traslados extraordinarios; de hecho
nos consta que Nuestra Señora del Pino se encontraba en la iglesia de Santa
María. Hemos supuesto que para implorarle la tan necesaria lluvia, ya que no
debía estar en muy malas condiciones su ermita de Lavapiés, puesto que 3 años
antes se habían realizado reformas importantes tales como rehacer la pared de
la sacristía, cambiar la techumbre y construir unas dependencias para el
mayordomo, de esta forma no nos cuadra un traslado de la Virgen por malas
condiciones de su ermita.
El cabildo recoge el siguiente argumento:
en
las nesesidades, estávamos en el día, en ese / casso por la seca que se
experimenta, sin que / podrá conseguir la diuina clemencia / haya bastado la
rogativa hecha a la Señora / del Pino, como protectora, y patrona desta /
villa, en la yglesia parroquial de Santa María.
Aunque nos constan otras rogativas, en ésta que nos ocupa
se le hacen como patrona de la villa, título que consiguió por aclamación popular
tras el terremoto de Lisboa en 1755, no nos sorprende que la patrona sea
también la protectora de los iliplenses. El problema se plantea cuando no se
han conseguido los objetivos deseados y se suman a las peticiones marianas las realizadas
a su propio hijo:
habiéndose
hablado larga- / mente sobre esta materia; se deliberó / de un acuerdo y
conformidad, se haga en la / yglesia de San Martín, un quinario de roga- /
tibas al Señor de la Coluna, llevando para / maior fervor de los fieles a la
patrona Señora / del Pino a la citada yglesia desde la de Santa / María.
Señor de la Columna
Sabemos del fervor que el Señor de la Columna mantiene en
Niebla, suponemos debía ser igual al del XVIII, para que el cabildo municipal
tuviera que inmiscuirse en temas específicamente religiosos, ordenando un
traslado y realización de cultos para solventar la sequía.
El
quinario implicaba el rezo de dos Rosarios, a
imitasión / de los pueblos de la comarca, que no sesan / en los actos
religiosos devidos en una necesidad, uno por la tarde para mujeres,
dirigido por el mayordomo de Rosario, don Joseph María de Losas; y otro por la
noche, en este caso es el prior del convento de Santo Domingo quien lo dirige a
los hombres de Niebla, quizás en un horario más tardía posterior a las jornadas
de trabajo y con la finalidad de la mayor asistencia posible. Para facilitar
las rogativas, el cabildo suplica al presbítero y beneficiado Gonzalo Borrero y
al reverendo don Joseph Bueno que mantengan abiertas las puertas del templo;
igualmente se le eleva súplica al cura, don Bartolomé Berrocal, que convoque a
los religiosos de Niebla en los clamores
religiosos, para implorar / la clemencia del Señor, tanto en los sermones
de Santa María, como en las rogativas del quinario en San Martín.
No
tardan los problemas de competencias ni un solo día en aparecer; el 12 de
marzo, esto es, el día siguiente, se presenta el cura Bartolomé Berrocal en el
cabildo para informar de la disposición de los beneficiados de Santa María, don
Benito de Castro y Juan Garzón para que al día siguiente (sábado) salga la
Virgen del Pino en procesión hacia San Martín, pero condicionando el sermón del
domingo en su propia parroquial de Santa María con la vuelta de la virgen al
templo, lo que implica tres procesiones en tres días consecutivos de la patrona
entre las dos iglesias.
Las quejas
se producen el 19 de marzo ante el cabildo por parte del presbítero de San
Martín, Gonzalo Borrero, manifestando que
con mo- / tivo de haverse trasladado desde dicha su parro- / quia a la de Santa
María en procesión la ma- / ñana deste día Nuestra Señora del Pino, había /
experimentado un grande bochorno y desaten- / ción de don Juan Garzón y don
Benito de / Castro, beneficiados de dicha iglesia de Santa / María.
Argumenta que el cura don Bartolomé Berrocal había decidido que la procesión de
la virgen se haría precedida por la cruz parroquial de San Martín, mientras que
los beneficiados de Santa María aparecieron en las puertas de San Martín con la
cruz de su parroquia para el traslado. Gonzalo Borrero se sintió tan indignado
y abochornado que decidió que ningún sirviente de San Martín acompañase a la
procesión.
Como podemos
ver, en una pequeña población de 1000 habitantes no fueron capaces de ponerse
de acuerdo entre dos parroquias, intentado conseguir los beneficiados de las
mismas posiciones preeminentes en las procesiones públicas de la patrona, en un
trayecto tan corto como se nos antoja el de Santa maría a San Martín, corto
pero céntrico y popular. Igualmente y vista la gran documentación sobre pleitos
entre curas, vicarios, beneficiados y demás religiosos de esta época en Niebla,
podemos inferir una intención económica, ya que al ser un encargo del cabildo
municipal, supone el cobro de los servicios religiosos (misas, quinarios,
sermones, etc.) Quizás no fuese tan interesado el fervor religioso como el
cobro de los servicios prestados, algo muy común en la época en la que los
beneficios eclesiásticos suponían ingresos relativamente importantes en rentas,
tierras, capellanías, y toda suerte de servicios religiosos; como dato curioso
y significativo de esta situación, diremos que en 1790 Gonzalo Borrero, a pesar
de ser vecino de Niebla y recibir rentas de su beneficio en San Martín, residía
en Villarrasa.
AHN, legajo 17, folios 346vº y
ss.
Antonio Bonilla Giles y Pelayo
Castillo Palacios.
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