En el año 1993, cuando comencé a estudiar Geografía e Historia en la Universidad de Huelva lo primero que me pusieron por delante fue una tira de “El Perich”, un dibujante de la revista de humor “El Jueves”, en ella un personaje reflexionaba –no lo entiendo, en Matemáticas, Física y Química me piden que demuestre las ecuaciones y los planteamientos; sin embargo en Historia sólo me piden que me la crea, sin más-. Con esta premisa comencé a cuestionarme todo lo que se escribe sobre Historia y a demandar justificaciones cuando leo o escucho algo con lo que no estoy de acuerdo.
Ayer, en la Iglesia, cuando Manuel Labrador Moya, presentó al pregonero de la Virgen del Rocío, escuché una sarta de barbaridades históricas que, según mi modesta opinión, hicieron flaco favor al magnífico discurso que realizó el pregonero; sobre todo porque creo que se tergiversó el papel de Alfonso X con una clarísima intención política: la de denostar y criticar la labor del Ayuntamiento concretada en la sustitución del monumento al rey cristiano por la efigie del que él llamó “El vencido”, no sé si por ignorancia sobre el nombre del último rey de la Taifa de Niebla o porque prefiere utilizar calificativos de nuestra más oscura y reciente historia nacional (recordemos 40 años de “vencedores y vencidos”)
Mi desacuerdo con Manuel se remonta a la inauguración del referido monumento de la Plaza de la Feria. En aquella ocasión como suelo hacer cada vez que escribo algo, seguí una máxima atribuida a Sócrates: (Εν οιδα οτι ουδεν οιδα) [en oida oti ouden oida] ”Yo sólo sé que no sé nada”. Si parto de ésta base soy consciente que debo leer mucho, estudiar más y comparar la mayor cantidad posible de información que se haya escrito sobre el tema (con fuentes fiables y relativamente actualizadas).
Con estos argumentos creo que puedo asegurar que “SOMOS DOS IGNORANTES”, la única diferencia entre nosotros es que yo soy consciente de ello e intento remediarlo desde ámbitos académicos y universitarios. Manuel por el contrario aseguró en un foro tan apropiado como un bar de copas que “arrancaría la estatua con su tractor”, todo un alarde de respeto por el patrimonio y la cultura, probablemente envalentonado por quienes les ríen las gracias y contestan –Manolo Moya es así- . Señor Manuel, desde esta página de pública lectura le digo que no seré yo quien le ría esas salidas de tono y añadiré un consejo: infórmese y así podrá salir de su SUPINA IGNORANCIA.
De todas formas, tanto para ilustrarle como para corregir los graves errores que salieron de su intencionada puesta en escena, publicaré nuevas entregas de estas “CRÓNICAS DE UN IGNORANTE”.
Dedicar tantes palabras a ese ignorante escondido detrás de un sombrero de ala ancha no merece la pena. Al caduco y retrógrado Sr Moya basta con decirle que lo único que sabe hacer es esconder su ignarancia e incultura detrás de voz grave y segura, pero no por tanta seguridad al hablar, le da la credibilidad que él mismo se cree.
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