La
peste comenzó a aparecer en nuestras transcipciones y, rápidamente, se
convirtió en objetivo de nuestro blog, de hecho la última publicación sobre una
muerte en Lavapiés suscitó mucho interés visto el gran número de visitas. Lo
que no esperábamos es que la documentación escrita se pudiese alargar tanto
como para necesitar más de un artículo, dadas las características especiales de
la Niebla del siglo XVII. Así pues, estructuraremos los años 1646 a 1652 en
varias entregas que comenzamos con ésta.
ANTECEDENTES.
De
origen africano, los focos iniciales de peste probablemente fueron puertos
andaluces, pero en 1647 tuvo su incidencia más destacada en la costa
valenciana, desde donde irradió con fuerza hasta el resto de España, incidió en Murcia, durante el año 1648 pasó a Almería y Málaga, cebándose en el resto de Andalucía
con especial virulencia en el año 1649.
Evolución de la peste según Espasa
Pongamos
como referente más importante la ciudad de Sevilla, en aquel entonces la
segunda más poblada del Imperio Español, después de Nápoles, con unos 150.000
habitantes. La primavera de 1649 fue especialmente lluviosa, lo que produjo
grandes inundaciones que arruinaron extensas superficies agrícolas y produjeron
una gran mortandad de animales que quedaron al descubierto con las bajadas de
las aguas, la carestía de alimentos (sumemos la reciente crisis económica
derivada de la Guerra de Portugal y Cataluña) y las pocas condiciones
higiénicas de una ciudad donde se hacinaban miles de personas hicieron de
Sevilla el caldo de cultivo perfecto para una enfermedad altamente contagiosa. Según
Ortiz de Zúñiga murieron unas 60.000 personas en Sevilla durante la epidemia,
lo que supuso el mayor golpe en la historia de la ciudad, de hecho ya nunca
recuperaría su papel predominante en la España Moderna.
La multitud delante del Hospital de la Sangre. Obra situada en el Hospital del Pozo Santo, Sevilla
La
peste ha sido una de las pandemias que ha causado más muertes a lo largo de la
Historia. Desde un punto de vista estrictamente médico, la peste es una
enfermedad infecciosa causada por la bacteria Yersinia pestis, bautizada así a
partir de 1967 en honor a su descubridor, Alexander Yersin, un bacteriólogo
franco-suizo del Instituto Pasteur de París. Las pulgas de las ratas infectadas
son sus transmisoras, afectando a otros animales o al hombre con su picadura;
aunque estudios recientes señalan al propio hombre como propagador de la
enfermedad, concretamente a sus pulgas y piojos. Durante el desarrollo de la
enfermedad el contagiado se encuentra débil, con marcha vacilante y habla
balbuciente, para después sufrir fuertes dolores de cabeza, fiebre muy alta,
escalofríos, vómitos y diarreas. Existen varios tipos de peste, según su
sintomatología fundamentalmente, en el caso de la peste bubónica (la que nos
ocupa), aparecen inflamaciones de varios centímetros de diámetro que se
localizan en las ingles, las axilas o en el cuello, y que en ocasiones pueden
supurar. La palpación de los bubones produce un dolor muy intenso y por debajo
de la piel se nota una masa firme y dura. Tras una lenta agonía de varios días,
el paciente muere después de un deterioro progresivo y generalizado de su
estado.
De esta
forma nos encontramos ante una enfermedad que sigue provocando temor en el imaginario
de todas las sociedades, la actual incluida. Peste es sinónimo de muerte y
desolación allá por donde pasa.
Enfermos con bubas, siglo XIV
PRIMERAS
NOTICIAS
El 11
de enero de 1649 en el acta de cabildo correspondiente se lee:
Dixeron que esta villa a tenido noticia
que en la siudad / de Sanlúcar ay peste y que la de Seuilla y otras par- / tes
se guardan de ella y para con serteza se sepa la / berdad y se ponga en esta
villa la custodia y guarda / necesaria, se cometa a persona de toda confiansa /
baya a la dicha siudad de Seuilla y se ynforme / de lo que en esto pasa.
En
cierto modo corrobora la teoría del origen portuario de la epidemia, puesto que
ya en Sanlúcar de Barrameda, lugar del señor de Medinasidonia, queda constatada
la enfermedad, mientras que en Sevilla se preparan para evitarla, aunque con
poco éxito, como veremos.
Es
Pedro Alonso Coronel, presbítero de Niebla, que se encuentra en Sevilla en
esos momentos quien informa al cabildo de las medidas que se están tomando en
la gran urbe andaluza; los temores debían ser ya grandes puesto que el propio
cabildo el día 21 del mismo mes de enero, es decir, 10 días después de haber
tenido noticias de peste, ordena que se
tapien las puertas del Agua y la del Buey y que se serquen de tapias el arrabal
biejo y / nuebo, dexando la calle que sale a el Real, abierta.
Estas
medidas iniciales transcienden a toda la población de Niebla, no sólo en lo
tocante al peligro intrínseco de la propia enfermedad, sino en la implicación
de los vecinos en la protección de sus hogares ante el contagio; tanto es así
que el cabildo nombra dos diputados, Diego Alonso coronel y Cristóbal Albites
de Montoya para que ha- / gan una memoria calle asista de las personas que bayan de / en
dos en dos bezinos, por su horden, guardando a cada una / de las dos puertas de
Sebilla y Buey. Es decir, son los propios iliplenses los encargados de
proteger sus puertas y hogares. Intuimos que la puerta del Agua quedaría
tapiada, aunque nos llama la atención que la del Buey había sido mandada tapiar
y sin embargo se nombran dos guardas, quizás se refieran a las dos puertas que
actualmente tenemos con el referido nombre del Buey, mientras una se tapiaba,
la otra quedaba guardada, pero debemos reconocer que hasta el momento no hemos
encontrado referencia a dos puertas y siempre se la ha nombrado en singular.
La
guarda de puertas comienza el 2 de febrero de 1649; tan sólo un mes más tarde,
el 3 de abril, ya tenemos noticias cercanas del contagio de forma que el
cabildo acordó que se pongan toda cus- /
todia y guarda en las puertas y entradas de be- / zinos de fuera aparte que
binieren a esta villa a- / tento a que en muchos lugares sus cumbezinos se /
dize se muere mucha jente. /
Con
una Niebla ya rodeada de peste cerramos los antecedentes y este artículo, para
continuar con todo el proceso en los siguientes.
Pelayo Castillo Palacios y Antonio Bonilla Giles
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