Una
de las leyendas urbanas que se dicen o leen a menudo sobre la Historia es que es cíclica, cada cierto tiempo se repite.
Niebla
es especial hasta para eso, para confirmar las leyendas urbanas. La
bibliografía dice que el cuarto conde de Niebla, don Enrique, mandó construir
el actual alcázar de los Guzmanes como símbolo de su poderío señorial, en un
claro reto al poder real castellano, como dueño y señor de sus posesiones.
Probablemente no tuvo la intención de hacerlo su residencia permanente, aunque
no descartamos que aprovechase su nuevo inmueble para realizar celebraciones
que marcaran la diferencia entre el “pueblo llano” y “su noble señor”.
Hoy
volvemos a ver celebraciones en el Castillo, el uso particular de su “nuevo
señor” (apocado en los últimos años) que vuelve con todo su despliegue de
prepotencia y desprecio para con el resto del pueblo llano, a quien por ley
pertenece el patrimonio histórico, artístico y cultural de Niebla.
Es
muy poco ético utilizar un bien turístico (según contrato en vigor realiza la
“gestión integral del turismo”) para usos particulares, obviamente esta actitud
no me sorprende, porque ya se hacía en el pasado con toda impunidad, claro que
la relación de vasallaje, al hilo de mi anterior entrada, estaba claramente
definida; lo que no veo claro es el sentido vasallático actual, si bien antes
se rendía pleitesía al máximo mandatario local, ahora me da la sensación de que
el orden es inverso.
Curiosamente
vuelve a ser cíclico el devenir histórico de Niebla: el rey concede el Condado
de Niebla a la casa de Guzmán por los favores prestados y en la Niebla actual
el “señor del castillo” recibe sus prebendas por favores igualmente prestados.
¿Es un hecho puntual o el germen de situaciones ya conocidas? El tiempo lo
dirá, pero mis impresiones son bastante pesimistas para el futuro turístico de
Niebla.
La
celebración de una comunión privada en el interior del Castillo de los Guzmanes
es toda una declaración de intenciones: voy
a hacer lo que me venga en gana, además con el visto bueno del Ayuntamiento.
Lo de la permisividad consistorial es más fuerte aún; por razones obvias no fui
invitado tan magno evento, pero estoy seguro que uno de nuestros ediles gobernantes,
como tía del homenajeado, presenciaría tal tomadura de pelo a todos aquellos
iliplenses que tuvieron que pagar por un local o apañarse en una
cochera/almacén/domicilio particular.
Rememorando
antiguas citas:
Pueblo manso de Niebla…
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