En un
mundo hipócrita en el que el lobo se viste con piel de cordero, el que en
aparente sumisión agacha la cabeza para que no se lean en sus labios cobardes injurias
musitadas, busca los rodeos sibilinos que le permitan susurrar veneno al oído
del justo para enfrentarlo a su hermano.
El
poder de tiempos pasados, sustentado en una inventada autoridad, que
arteramente ha conseguido sustraer de su verdadero dueño, ha sido arrojado de
su altar de falsedades mediante la simpleza de la verdad.
Ni
siquiera zumban los oídos cuando mi nombre se entremezcla con falacias
malintencionadas, adornadas por la falsa sonrisa del cainita redomado; aquel
cuyo traje bien planchado envuelve la podredumbre del rencor.
Acepto el consejo amigo: siempre
adelante, siempre en la brecha… porque no hay mejor compañía ni más fuerte
amistad que la del compañero de infundios. Como en formación hoplita, mi escudo
defiende su cuerpo y su lanza el mío.
Camarada
de fatigas, que tu sueño sea placentero porque lo que no te mata te hace más
fuerte y, como dijo el maravilloso loco cervantino:
…ladran Sancho, luego cabalgamos…
“Dedicado
con toda mi indiferencia a aquellos que ni saben ni pueden hacernos daño”
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