Es
la expresión que más hemos oído el pasado fin de semana, aunque bien es cierto
que traducida a otras lenguas, todo un gesto de agradecimiento que puede
resumir la experiencia vivida.
Debo
reconocer que el carácter de “peregrinación” con que Marcelino revistió el fin
de semana portugués podía ser un pequeño hándicap, pero también debo decir que
la peregrinación no es más que un camino a recorrer, donde interiorizar a la
vez que compartir y, de estas dos cosas hemos tenido en abundancia.
De
entrada un grupo reducido, lo que podría parecer un pequeño fracaso
organizativo, pero que suponía un mayor acercamiento entre todos, en mi opinión
el número justo, una treintena de personas que se han desvivido por agradarse
mutuamente. De diferentes condiciones y edades pero que con un pequeño esfuerzo
nos hemos cohesionado hasta ser una más que digna representación de Niebla en
el país vecino.
Primera
parada ÉVORA, justo en el límite del antiguo reino de taifa de Niebla. La
visita se limitó a lo que luego sería una norma para las demás ciudades, un
paseo por el casco antiguo y simplemente dejarse llevar por los pies y el
instinto de callejas empedradas. Si bien es una ciudad cuidada, coqueta y recogida,
lo que destacaría de nuestra jornada fue la comida, en un restaurante próximo a
la Praça do Giraldo, el centro
turístico de Évora; la mayoría de los platos, como no podía ser de otra forma,
a base de bacalao, una delicia para el paladar.
Sin
mucho tiempo para detenernos, otra larga tirada a nuestro centro de operaciones,
un pequeño hotel en FÁTIMA; las ventajas de esta ciudad-santuario era la de
disponer de un antiguo seminario, propiedad del Verbo Divino para las cenas; no
hay nada como ir bien acompañado y la congregación de nuestros párrocos
demostraría a lo largo del viaje ser un inmejorable anfitrión.
A
pesar de que una noche ventosa y lluviosa no animaba a los largos “diez minutos
a pie” que había del hotel al Santuario, algunos, la mayoría de valientes, nos
animamos a asistir al rezo del Rosario en la Capilla de las Apariciones, sobre esto me extenderé más en el
segundo día, ya que repetimos la experiencia con algo menos de lluvia.
El
sábado tocaban visitas variadas. Por la mañana visita a los lugares más
emblemáticos de Fátima, guiados por Don David, otro padre del Verbo Divino, con
la pequeña salvedad que es Doctor en Historia de la Iglesia, profesor de la
Universidad Católica de Lisboa y director de un proyecto de investigación sobre
el Archivo Histórico de Fátima; diligente y simpático fue capaz de
transmitirnos no ya su sapiencia acerca de cualquier tema, sino su disfrute
personal en la visita, cuando una persona te enseña algo con todo el cariño se
nota, te contagia su ilusión por lo que estás viendo, de esta forma Capilla de las Apariciones, Basílica, Iglesia de la Santísima Trinidad
(con capacidad para ¡9000 personas sentadas!) y Aljustrel (el pueblo natal de los pastorcitos) llenaron un trocito
de nuestra ignorancia.
La
comida muy cerca, en BATALHA, es curioso como una relativamente pequeña
localidad cuida una joya del patrimonio portugués, el Monasterio de Santa María, bastante más que aconsejable su visita
con detenimiento; además si compras dulces junto a la iglesia para acompañar el
café, mejor que mejor.
Nuestro
periplo sabatino continuó hacia el norte, en busca del conocimiento, no
obstante nos dirigimos a COIMBRA, la ciudad universitaria por excelencia. En
este caso el problema estaba en su configuración puramente medieval, con calles
empinadas y sucesiones de escalinatas que fue regando de iliplenses el
recorrido, cada uno según sus limitaciones fue buscando el rinconcito que más
le gustó para tomar un café, hacer compras o simplemente esperar a los demás.
Con una Sé románica preciosa casi en
la cumbre merece una visita posterior detenida… quizás un fin de semana.
La
premura por la vuelta hizo que no nos detuviéramos demasiado, teníamos que
llegar a la cena y al rezo del Rosario ya que el tiempo había sido bastante
mejor que el día anterior, así que otra tirada de vuelta hacia Fátima.
Entiendo
que cada uno de los viajeros tendrá su momento especial, para mí fue la noche
del sábado. Independientemente de lo creyente y/o practicante que se sea es una
experiencia inolvidable: a la luz de las
velas se realiza el rezo del Rosario en todas las lenguas que se dan cita entre
los asistentes: portugués, español, francés, italiano, alemán, inglés, polaco,
rumano, esloveno y alguna otra que no logro recordar; oir palabras de oración
al unísono, tan diferentes pero tan cercanas, prender tu vela de una mano
vecina cuando el viento te la apaga, sin saber cuál es la palabra de
agradecimiento que te vas a encontrar supone que las personas somos tan
cercanas como queramos ser, que las fronteras no existen, ni siquiera las
lingüísticas. Incluso al acabar un sacerdote amigo te presenta personas de
Gabón, de Guinea o de cualquier otra parte que te es difícil incluso de
localizar con exactitud en el mapa. Muchas veces se dice sobre ciertas
experiencias que no se pueden explicar, en mi caso esta es una de ellas, hay
que vivir esos momentos…
El
Domingo era el día central de la peregrinación, el día de los “antonios” y
“antonias”, para lo cual un buen madrugón y misa vespertina en la Iglesia natal
de San Antonio, un templo casi en exclusiva para los iliplenses. Con esta
visita alguna de nuestras paisanas cumplía un sueño de toda la vida, los demás
pudimos acompañarla en tan emotivo momento.
Para
esa hora ya teníamos dos nuevas incorporaciones al grupo, María Antonia, que a la
postre sería nuestra guía y ángel de la guarda del día y Clementine (creo
recordar, porque soy nefato para los nombres), de Togo, ya podéis imaginar
quien nos la presentó; el elenco internacional lo completó un matrimonio de
Senegal que compartió misa con nosotros.
De la
mano de María Antonia hicimos el paseo lisboeta, y digo paseo porque los domingos
el acceso a los monumentos y museos es gratuito con lo cual las colas para
visitar el Monasterio de los Jerónimos
hacía impensable visitarlo (otro motivo para volver). De la aventura del
tranvía mejor no hablar porque, avería incluida, fue toda una odisea… para
contar de mayor.
Tras
comer en la casa del Verbo Divino en Lisboa, el café en SINTRA. Una belleza per
se, es todo un complejo de palacetes y viviendas románticas embutidas en un
microclima tan especial que forma un verdadero bosque exótico alrededor de las quintas… otro viaje pendiente.
Quizás
haya sido exhaustivo, demasiado concentrado, pero ha dejado un poso de
inquietud suficiente como para querer conocer un poco más nuestros vecinos, tan
parecidos a nosotros mismos que en ningún momento nos hemos sentido extraños. Lo
que si es cierto es que ha sido un aperitivo magnífico, el preámbulo necesario
para ir pensando en volver varias veces.
En lo
personal creo acertar si digo que ha servido para el conocimiento mutuo de
personas que tan sólo teníamos en común Niebla y que nos vamos con unos cuantos
de amigos más; intercambiar pensamientos y opiniones, bromas y chistes,
momentos de recogimiento y oración, fotografías y paseos, de onomásticas y
cumpleaños, etc., etc.
A Todos
y cada uno de los que he acompañado, y especialmente al culpable de todo ello,
al que nos ha aunado en un excelente e inolvidable viaje:
¡¡¡MUITO
OBRIGADO!!!
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