Se dice que cualquier tipo de comparación es odiosa, y los antecedentes son los lamentables sucesos recientemente ocurridos en Estados Unidos, donde un joven de apenas 20 años, disparó contra una multitud matando e hiriendo a varias personas aparentemente motivado por el estado de crispación al que se está llegando en la política norteamericana.
No quisiera hacer ningún tipo de paralelismo entre estos trágicos acontecimientos e hipotéticas situaciones entre nuestros políticos actuales; pero cuando leo u oigo las descalificaciones, insultos, menosprecios y faltas de respeto reiteradas que se lanzan entré sí no puedo por menos que plantearme si el hecho de estar respaldados por más o menos votos les confiere una protección especial. Soy un absoluto desconocedor de la ley que, suponiendo que exista, debería impedir actitudes que en un ámbito “normal” serían reprochadas por todos y cada uno de nosotros.
Para mí es especialmente sangrante cuando trasladamos estas grotescas posturas al ámbito local, es inconcebible cómo las personas se transforman en aras de un supuesto “interés por el bienestar de sus paisanos”, pero ¿es necesario realmente utilizar un lenguaje soez? ¿se convence mejor a los demás descalificando, incluso mintiendo sobre los adversarios políticos? Pero lo verdaderamente grave no es la facilidad del insulto, sino la permisividad con la que se hace.
Siempre he sido partidario de la comunicación y de la relación entre las personas, el diálogo, el convencimiento argumentado, las posturas encontradas pero razonadas y razonables. Hoy por hoy, desgraciadamente lo que veo es una impunidad total, un todo vale, pero el fin no justifica los medios y desde mi simple postura de ciudadano de a pie rogaría que siguieran la idea de Platón: el diálogo es el arte de ganar la mente de los demás a través de una argumentación precisa, clara y convincente.
¡convencedme con explicaciones y no con descalificaciones!
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