Evidentemente
recoger todo lo sucedido en estos dos días necesitaba de un título largo como
este.
Empezaremos
con un nuevo consejo, de esos que no aparecen en las guías normalitas. Que el
agua es un bien escaso y necesario no es nada nuevo, que en el mes de agosto en
Roma es motivo de supervivencia lo atestiguan las miles de botellas que cuelgan
de las mochilas de los turistas; pero lo que no todo el mundo sabe es que no es
obligatorio pagar 3 euros por una botella del preciado elemento fría. Existen
muchas (muchísimas diría yo) fuentes por las calles de Roma que no paran de
manar agua, los paisanos las llaman “i nasoni” (los narizotas o narigudos)
debido a la forma del grifo, un simple tubo curvo de metal que mana y mana
constantemente una agua entre fría y fresca que tiene la virtud de quitar la
sed ¿habéis bebido alguna vez y al momento volvéis a tener sed? pues eso no
pasa aquí, además parece ser que casi todas se nutren de fuentes y antiguos
acueductos romanos y/o medievales que non han cesado de abastecer la ciudad
imperial desde hace siglos, es decir vienen directamente desde los manantiales
originales, un lujo vamos, tanto por lo saludable como por lo económico.
Otro
día romano y a las 10 de la mañana nuestras expectativas por visitar el Coliseo
se van al garete, la cola para entrar hace que o te dedicas a esperar bajo el
sol 3 ó 4 horas, o dedicas la mañana a otra cosa. La segunda opción nos lleva
al Campidoglio, monumento a Vittorio Enmanuelle, Circo Máximo, Santa María in
Cosmedín; me detendré un poco en esta iglesia, por motivos tópicos, nos había
llevado allí el poder meter la mano en la “Bocca della veritá” (otra de las
fotos obligatorias en Roma), es una
antigua alcantarilla medieval que cuenta la leyenda está colocada en la pared
exterior de la citada iglesia para que las personas introduzcan la mano en el
hueco central, de manera que los mentirosos son mordidos por la boca de la
figura representada. Una vez más una cola inacabable en la que dominan los
asiáticos (supongo que no sólo japoneses, porque es imposible que haya tantos,
eso o han cerrado por vacaciones el país); en parte para no perder tiempo, en
parte para evitar perder mi mano, entro en la iglesia donde, al contrario de la
puerta estábamos no más de diez personas, sorprendente y una maravilla donde se
celebra el culto ortodoxo griego, esto era lo que me sorprendía, somos capaces
de esperar una o dos horas para hacernos una fotografía y, sin embargo, apenas
dos metros más allá está la puerta de un templo precioso y distinto a todo lo
que estamos acostumbrados, son los inconvenientes del “borreguismo turístico”
en el que acabamos cayendo por la globalización de los medios.
La
mañana termina en un monumento que para mí, simboliza más la grandeza de Roma
que el propio Coliseo, si bien éste último es el referente de la ciudad y por
ende del Imperio, las Termas de Caracalla, despliegan unas dimensiones tan
impresionantes (aún estando descubiertas sólo en parte) que realmente dan idea
de la monumentalidad e importancia de la ciudad eterna, es cierto que hay que
realizar un esfuerzo imaginativo para ubicar cada dependencia en su lugar y en
su correcta proporción, con salones de cientos de metros cuadrados que eran piscinas
enormes pavimentadas de magníficos mosaicos, como diría Jesulín, en dos
palabras Im-presionante, bromas
aparte, pensar en ese complejo a pleno funcionamiento es verdaderamente faraónico.
TERCER
DÍA. FIRENZE
Cuando
estudiaba italiano todos los lectores-as que venían a la escuela, acababan
reconociendo lo mismo, “es la ciudad más bonita de Italia”. Tras una animada conversación
con una compañera de viaje italiana en el tren me acaba confesando que los
italianos la llaman “la bomboniera”. Quizás llegar al nivel de impacto que
Stendhal llegó en su visita puede ser exagerado, pero en un resumen cortísimo
diría que es asequiblemente pequeña, peatonal, limpia, tranquila, bellísima,
imprescindible. En verdad es una caja llena de bombones que se deben paladear
uno a uno, il Duomo, la Piazza della Signoría, Gli Ufizzi (sólo por fuera,
entrar en los museos llevaría otro día), el Arno y su Ponte Vecchio, la Santa
Croce y por último Santa María Novella.
No
puedo evitar hablaros de dos de las iglesias, la Santa Croce, por su valor
arquitectónico y especialmente por el personal, en el sentido de poder estar
ante la tumba de personajes famosísimos, especialmente uno que siempre me ha
parecido el más grande genio de los artistas Miguel Angel Buonarotti. En un bellísimo edifico en su conjunto
destacan por su valor individual las tumbas de muchos personajes que
contribuyeron a que pudiésemos entender mejor el arte de la pintura, escultura,
literatura, música, incluso ciencia (el propio Galileo está enterrado en la
Santa Croce). Santa María Novella nos dio la oportunidad de escuchar misa en
italiano, creyentes o no, el mero hecho de compartir esos sentimientos con
distintas palabras y el lugares distantes es una experiencia especial cuando
menos.
Tras
nuestra jornada florentina, regresamos cansados y con pocas ganas de cocinar,
así que volvimos a Pizzaforum, aquel
lugar del que os hablé el primer día, mi hijo Pelayo tenía claro que pediría un
plato de los spaghetti all’amatriciana y Gonzalo se desvivía por una pizza “con
muchos quesos”. ¿Recordáis lo que os conté sobre los vecinos de bloque, de
barrio? Pues lo mismo ocurre con este bonito (y relativamente económico) que
nos recomendaron. De entrada nos atiende la misma persona, que además de
simpático resultó ser el hijo del dueño, de ahora en adelante “il nostro amico
Alessio”, se permite aconsejarnos en la comida y en la bebida, con el postre y
los entrantes nos trae lo que quiere
(acertando de pleno debo decir). Cuando termina la cena estamos prácticamente
solos ya que los italianos suelen comer antes y realmente comienza la velada
familiar, solamente os diré que estuvimos más de una hora sentados a la mesa
con Alessio y su padre, el propietario, hablando de Huelva, de sus jamones pata
negra, sus fragolas (fresas), sus playas, de Niebla y sus murallas, que
evidentemente buscamos en internet para que las contemplasen; a cambio supimos
que eran sicilianos y por tanto del sur, como nosotros, igualmente vimos fotos
de su isla, su ciudad, y lo que es más importante, sus postres, de hecho para
el domingo hemos quedado a cenar de nuevo ya que nos han prometido un par de
postres típicos sicilianos. Imaginad todo esta conversación con un vaso de
limoncello que hace personalmente una amiga de la familia (si Stendhal lo
hubiese probado no sale vivo de Italia). Amigo Carlos, después de esta cena y
las que vendrán voy a tener que pedir hora para confesarme, porque aún estoy
dudando que no sea un pecado.
Bueno,
os dejo por lo pronto, ya que el ladrillo se me va de las manos, pero no os
escapareis, que ya tengo preparadas dos hojas de libreta de apuntes de los respectivos
últimos días.
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