Viernes
27 y toca día de transición, que no descanso, es decir, dedicarte a pasear por
las calles sin concertar ni planificar visitas “oficiales”. Son los días en los
que sueles descubrir cosas que te llaman la atención por cotidianas y
particulares de la ciudad que visitas, luego os contaré alguna de ellas.
Como
nos pilla cerca de casa (que por cierto está a escasos 200 ms. Del Coliseo),
nos acercamos a San Juan de Letrán, otra de las partes del estado Vaticano dispersadas
por Roma, además aquí a principios del siglo XX fue precisamente donde se creó
el país más pequeño del mundo. De nuevo las dimensiones se escapan de lo que
consideramos normalmente grande, que fuese residencia de Papas durante siglos
se nota igualmente, por cierto, para todos aquellos que continuamente usáis el
argumento económico, la entrada es gratuita (al igual que Sta. Mª Maggiore y
San Pablo extramuros, las otras grandes basílicas romanas vaticanas). Por cierto,
y este consejo sí que viene en todas las guías, el decoro es importante en los
templos de Roma, los shorts, minifaldas y camisetas de tirantes se deben cubrir
con algún tipo de prenda (aconsejable para las mujeres llevar algo en la
mochila/bolso, aunque también he visto hombres con la prenda que facilitan en
la entrada a modo de falda).
Por
la tarde ya ni con visitas, tan sólo pasear, y pian piano acabamos llegando a
la plaza más bonita de las que he visto hasta ahora, Piazza Navona, con un ambiente bohemio, lleno de vendedores de
cuadros, alargada y sin tráfico, rodeada de cafés que invitan a una cena o un
capuchino, realmente es popular y bella. Rodeada de edificios que parecen
sacados de La Dolce Vita, de paredes
pastel y ventanas de madera, muy romanos… Por supuesto adornada con sus tres
fuentes que te llevan a la central, una obra maestra.
Sábado
28 y lo que nos lleva al título. BIENVENIDOS A LA ANTIGÜEDAD.
Reconozco
que hasta este año no había leído ni escuchado hablar de Ostia Antica. En una definición que no le hace mérito diría que es
una “Pompeya para quien no quiere gastarse mucho ni perder 6 horas de viaje
desde Roma”. Pero poco imaginaba yo lo que me iba a encontrar.
Decir
que es absolutamente necesaria es poco. A media hora de tren de Roma, por 3
euros ida y vuelta, más 8 de entrada os encontráis con lo que fue la antigua
ciudad de Ostia, o lo que es lo mismo el puerto marítimo de Roma que llegó a
tener 100.000 habitantes. Su estado de conservación no es el mismo que Pompeya
o Herculano, es obvio, pero es ¡una ciudad completa!, desde las necrópolis de
entrada a lo largo de la calzada que la unía con la capital del imperio. Las excavaciones
se sitúan básicamente a ambos lados del Decumanus Maximus, es decir, de la
calle principal que la cruza de este a oeste, de una longitud superior a 1,5
kms. podemos encontrar murallas, termas, teatro, templos, el foro, la basílica,
molinos de harina, viviendas de todo tipo, puerto, etc. etc. etc. En definitiva
una ciudad que en una mañana de paseo no tuve tiempo de completar (tampoco
podía machacar a mi familia, pero por mí seguiría allí alucinando un par de
días). Como curiosidad os dejo una foto de una taberna, lástima que no
estuviese en funcionamiento aún porque con el calor por una cervecita fría
hubiese pagado unos buenos sestercios.
Por
la tarde-noche fuimos al barrio mas popular de Roma, el Trastévere, atravesando
el río por primera vez y aparte de perdernos por sus callejuelas encontramos
uno de esos detalles de los que os hablé, tres pequeños adoquines del suelo que
están dedicados en el barrio judío a tres muchachas jóvenes que deportaron los
nazis a Auschwitz y que verdaderamente nos golpeó dentro, como dije, pequeños
pero bonitos detalles especiales de cada ciudad.
Bueno,
os dejo que mañana tenemos visita concertada en el Vaticano y no podemos perder
la hora… ya os cuento.
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