Continuemos
con este paseo caminando por la ronde exterior de la muralla,
dejándola a nuestra izquierda; tras unos metros encontramos un
torreón que hace de esquina y donde el recinto gira hacia el este.
Si
elevamos ligeramente la vista justo al volver la esquina nos
encontraremos con otro testigo del patrimonio iliplense, en este caso
más natural y más antiguo: los restos de un fósil. Por sus
características, el suelo de Niebla es muy rico en todo tipo de
fósiles del periodo Mioceno (hace entre 5 y 25 millones de años),
cuando las aguas marinas cubrían toda la superficie que hoy ocupa
Niebla y más allá. Durante mucho tiempo fueron objeto de colección
y adorno en las casas de Niebla, incluso alguno como el de la imagen
sirvió como topes para puertas, pero la depredación foránea,
sobretodo con intenciones comerciales ha limitado sino prohibido su
recolección (es a lo que lleva el abuso y mal uso del patrimonio,
sea cual sea su carácter).
Clypeaster
Clypeaster de Niebla (foto UHU)
Vamos
a estudiar un poco más el entorno natural que nos rodea. Siempre se
han tenido las murallas de Niebla por casi inexpugnables, pero es el
entorno quien ayuda sobremanera a proteger su accesibilidad.
En
primer lugar el propio río Tinto, cercano a la ciudad por dos de sus
caras, la este y la sur, impide que cualquier contingente de tropas
se situara cerca de la muralla sin sufrir los ataques desde la misma,
este argumento también nos sirve para dificultar la tesis del buey
en la puerta de su nombre, ya que las tropas cristianas nunca
hubieran asediado Niebla por esa vertiente. Al valle del río le
sumamos la elevación sobre la que se sustenta el perímetro
amurallado, coloca la ciudad en un promontorio desde el que vigilar y
defenderse. Por esta parte por la que nos movemos en esta etapa
también existía un pequeño arroyo que ejercería de “foso
natural”, arroyo que con la construcción de la carretera y obras
posteriores se ha canalizado y cegado. De esta forma quedaría sin
“protecciones naturales” tan sólo el tramo desde la puerta del
Socorro a la de Sevilla, precisamente donde se ubica el actual
alcázar y donde estuvo la fortaleza musulmana.
dos alcantarillas de las antiguas escorrentías o arroyos que desembocaban en el Tinto
Si
en el trayecto nos encontramos algún iliplense en la esquina y le
preguntamos por las casas que se encuentran al otro lado de la
carretera, junto a la carretera de Huelva, nos dirán que componen el
barrio de “los Portales”, nombre por el que siempre lo hemos
conocido, pero lo que no sabemos todos es que su nombre original es
el de “barriada de la Cruz de Santa Catalina”, o al menos así la
definió E. Whishaw en su diseño y construcción. En la década de
los años 20 del siglo pasado, la “inglesa” crea un proyecto
donde incluye a 50 personas de Niebla que conforman la “Hermandad
de la Cruz de Santa Catalina” con una obra de carácter social
principal, la construcción de 36 viviendas y una capilla para
familias que, en su mayoría, vivían hacinadas en el castillo de los
Guzmanes, ocupando estancias y oquedades varias; hay que decir que no
es sólo una intención social la que tiene la investigadora, también
pretende liberar la fortaleza de habitantes para estudiarla y
reconstruirla, tal y como hizo años más tarde. Los terrenos los
dona el marqués de Rute y tras su construcción la Hermandad intenta
que se bendiga la capilla de la misma bajo la advocación de Santa
Catalina, pero por motivos que desconocemos no llega a bendecirse, ni
siquiera a usarse como lugar de culto; en el Archivo diocesano de
Huelva, caja 1 de Gobierno, Niebla, encontramos una subcarpeta
denominada Patronato
Colombino y Capilla del Barrio de la Cruz,
en la misma se recoge con fecha de 1927 la intención de los obreros
de Niebla de cederla al ayuntamiento como escuela de párvulos,
consagrada al Sagrado Corazón, pero tampoco nos consta su uso
escolar y sí una pequeña tienda que hoy día ha desaparecido.
Los "Portales" en 1979
Capilla de la barriada (foto tesis JM Acosta)
No me resisto a poner una fotografía que tomé hace unos años pero que siempre me ha encantado por el cuidado y cariño que ponen los habitantes de este barrio a sus jardines.
Sector de muralla paseado en la entrada de hoy
Pelayo Castillo Palacios y Antonio Bonilla Giles
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