Miramos
hacia adelante, enhiesta en una esquina que domina el valle del río
Tinto, una estructura de piedra sirve de referente para el giro de la
muralla hacia el norte.
Protegida
por una pequeña valla metálica y coronada por una cruz del mismo
material se encuentra un pedestal con su propia historia.
Estamos
en la zona donde comenzaron las excavaciones de E.Whishaw y que
denominó “Canapé de la Reina”, creemos que es un nombre
inventado por ella misma, ya que en la documentación histórica del
Archivo, al menos hasta el siglo XIX, no encontramos ninguna
referencia con tal nombre; en la terminología popular escuchamos de
nuestros mayores el término “Murete de la Reina”, pero estaba
localizado en otro lugar del que hablaremos más adelante.
De
nuevo E. Whishaw, si miramos una losa grabada y encastrada en la
última torre antes de girar al norte encontramos la siguiente
inscripción:
La
Cruz del Consejo del pueblo de Niebla, por estar en estado ruinoso
fue trasladada y reedificada aquí a instancia de Dª Elena N
Whishaw, siendo alcalde D. Domingo Rivero Gómez en el año 1924,
abonándose la obra con fondos donados por el Sr. D. Ernesto H.
Ingran, amante de España y bienhechor de los pobres
Q.
E. P. D.
Aprovechamos
para un par de incisos; en primer lugar pensamos que Elena la
denominó con un nombre incorrecto, probablemente fruto de una
errónea transcripción documental antigua; suponemos que se refería
a una supuesta “Cruz del Concejo”, en alusión al Consejo de
Cabildo o ayuntamiento de la Edad Moderna iliplense; evidentemente en
una época en la que la religiosidad era un elemento sustentante y
fundamental de la sociedad no era extraña la presencia de una Cruz
que diese valor religioso (o utilizada para juramentos) a las
decisiones municipales tomadas por los regidores. Pero la misma E.
Whishaw reconoce el origen de la cruz, que anteriormente se llamaba
“Cruz del Arrabal” (tesis de J.M. Acosta, pag. 728) Su traslado y
reconstrucción quizás fue motivado por la construcción e la
carretera nacional que atraviesa Niebla dejando el propio arrabal a
la derecha si nos dirigimos a Huelva.
En
cuanto a vistas, estamos en un lugar privilegiado, desde el que
podemos ver como mansamente el río Tinto se dirige hacia el mar
buscando juntarse con el Odiel en las cercanías de Huelva; las
alturas de los Bermejales que van descendiendo hacia el valle, el
antiguo puente del ferrocarril minero que, desde la zona minera de
Huelva, venía a descargar en la antigua estación de “las Mallas”;
alguno de los antiguos molinos de ribera, etc.
Como
en la Puerta del Buey, la zona se ha acondicionado para realizar esa
paradita de descanso, bien en las inmediaciones de la propia Cruz del
Concejo o, si el calor del verano aprieta como lo sabe hacer en
tierras andaluzas, nos podemos dirigir al cercano parque a nuestro
pies; allí la sombra es más frondosa y también podemos curiosear
algunos
elementos que suelen pasar desapercibidos para los que nos hemos
acostumbrado a su presencia; uno es un monumento en forma de fuente
recientemente erigido a la varias veces mencionada Elena Whisahw; el
otro un obús de artillería, de los varios que tenemos en Niebla y
que serán objeto de “discusión” cuando toque; el tercero me
llega por parte de amistad, es el “Monumento a la Paz” realizada
en 1988 por Rafael Mélida, para
terminar con el monumento a Blas Infante.
Descansemos
o no, cuando he acompañado alguna vez a grupos de amigos, colegios
de mis hijos o visitantes “de confianza” les proponía un a
pequeña prueba y les emplazaba a que relataran los pueblos que
conocían que habían pasado por Niebla, siempre aparecen los
clásicos tartesos, fenicios, romanos, musulmanes, cristianos… pero
cuando centro
cronológicamente la pregunta en el siglo IX y concretamente en el
año 844 pocos
son los que no responden ¡los musulmanes! Entonces comienza el juego
y les hablo de imaginar los vigías de la Niebla musulmana viendo
remontar unos barcos estrechos y alargados con decoraciones extrañas
en la proa y cargados de personas altas y barbudas, si me pongo
cinematográfico incluso llego hasta la pista final en la que los
navegantes visten cascos con cuernos (aunque nunca fuese así). Las
fuentes son dubitativas en el caso de Niebla, unas hablan que después
del saqueo de Sevilla y de su derrota por parte de Abderramán II los
mayùs
o
como nosotros los conocemos, los vikingos, merodearon Niebla, algunos
autores dicen que fueron las costas dependientes de Niebla las que
merodearon, sin adentrarse al interior, pero otros como Rolf Scheen,
director del Norvegian Armed Forces Museum, incluso habla de que
“después
de su derrota en Talyata (¿Tablada o Tejada la Nueva?) el 17 de
noviembre de 844, los supervivientes navegaron a Niebla por el río
Tinto y saquearon la ciudad”. Como nos estamos centrando en una
visita menos “científica” dejaré que cada uno utilice la
versión que más le apetezca, pero que las primeras incursiones
normandas saquearon las costas onubenses en esa fecha está recogido
por historiadores y geógrafos musulmanes contemporáneos.
Con
esta pequeña incertidumbre cerramos esta etapa de hoy.
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