"STAT ROSA PRISTINA NOMINE, NOMINA NUDA TENEMUS"

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El blog de Pelayo Castillo Palacios

miércoles, 21 de noviembre de 2018

IN MEMORIAM, PACO GÓMEZ


Tras un lapso de tiempo sin frecuentar el campus de la Universidad este octubre retomo lo que yo denomino una “puesta a punto”, ya que hay periodos históricos que están en continuo estado de revisión y que en caso de Niebla le afectan de lleno. Es en mi primer día de Arqueología Protohistórica cuando Clara Toscano me espeta ¿sabes que Paco ha muerto?, sinceramente es de esas noticias que además de dolerte personalmente lo hace también intelectualmente.

¿Con quién voy a discutir ahora sobre la Puerta del Agujero?

Francisco Gómez Toscano, fallecido el 24 de septiembre,  se ha ganado con creces un sitio en la Historia Iliplense, sinceramente echo de menos un reconocimiento local sobre su trabajo y, lo que es más, su persona.

Personalmente lo conocí en mi primer curso de la licenciatura de Geografía e Historia, allá por el año 1993, yo comenzaba y él estaba inmerso en su tesis doctoral, o lo que es lo mismo, casi vivía en el departamento de Arqueología, donde nos escabullíamos cada vez que podíamos los pocos locos que nos decantábamos por esa especialidad. De Paco aprendí sobre todo a dibujar piezas cerámicas; más tarde en los locales del antiguo colegio San Walabonso a clasificar y signar piezas. En la lectura de su tesis también aprendí a defender tus ideas por encima de todo y de todos (quizás por el corporativismo entre los alumnos “maduros”). Eran años de aprendizaje en los cuales los miembros del departamento nos servían de referentes.

Luego vino su vinculación con Niebla, podría pensarse que sólo desde el punto de vista arqueológico, pero Paco fue más allá y mediante la Escuela Taller, estableció un contacto directo con muchos de nuestros paisanos, quizás en esos momentos fue cuando, como él mismo decía, empezó a sentirse un iliplense más. Continuamente pendiente de cualquier excavación o evento cultural iliplense, codirigió también los cursos de verano que la Universidad de Huelva realizó durante algunos años en Niebla (tristemente perdidos).

También comenzamos nuestras disputas intelectuales sobre aspectos muy concretos de Niebla, lo que sirvió en mi caso esforzarme en aprender para intentar rebatir al profesor.
De especial recuerdo fue el año que me matriculé en su asignatura “Arqueología Protohistórica”, un lujo, 4 ó 5 alumnos y Paco Gómez sólo para nosotros, aunque debo reconocer que también tuve alguna que otra “clase particular” en la cafetería de la UHU.

Mi sincero reconocimiento para un referente con el que seguiré estando en desacuerdo en muchas cosas, pero del que tanto seguiré aprendiendo; supongo que allá donde estés ya habrás revuelto el suelo buscando el Bronce Final del lugar. Este rincón de Andalucía occidental echará de menos tus investigaciones.

Hasta siempre profesor.

fotografía del diariodehuelva.es


domingo, 11 de noviembre de 2018

EL MAESTRO JUAN DE SALVATIERRA


Esta vez trataremos de un personaje que nos ha tenido siempre pendientes en nuestras investigaciones: El maestro Juan de Dios Salvatierra.

Por el lugar donde encontramos por primera vez su nombre escrito pensamos en un maestro de los que el cabildo contrataba para enseñar a los niños iliplenses, quien, por motivos que desconocíamos, se enterró en un sitio privilegiado, en la cripta que hay bajo el altar mayor de la iglesia de Santa María.

cripta bajo el altar (Pelayo Castillo)

De esta forma sólo teníamos un nombre y una cripta, en la que se encuentran otros nombres que intentaremos desvelar en posteriores entradas. Dice el refranero español que “no hay mal que por bien no venga” y en este caso la imposibilidad de seguir trabajando en nuestro Archivo Histórico nos hizo tomar otra fuente que teníamos pendiente, en sólo dos visitas ya está produciendo historia iliplense de la buena, el Archivo Diocesano de Huelva.

Os ponemos la transcripción de un documento inserto en la sección Gobierno, caja “Niebla 1838-1937”

Don Juan de Dios Salvatierra, maestro / de alarife de esta villa /
Certifico que, habiendo reconocido / el edificio iglesia parroquial con el / título de Santa María de Granada, lo / he allado no solo con la sacristía des- / truida completamente, sino es también la / techumbre de la iglesia descubierta / por muchas partes, sus muros abiertos / los arcos sentidos por sus claves y la / torre también fatal; de modo que el / edificio amenaza una ruina bien fatal / que necesita por consiguiente una pronta / reparación que, a mi ber, se necesita / para dicha reparación 1400 reales, advirtiendo / que, de no acerla, sería sumo el costo y / acaso imposible si llegase a arruinar- / se y aunque se halla en esta villa / otra iglesia con el título de San Mar- / tín, después de haberla reconocido se ha- / lla en peor estado todo lo que para los efec- // tos conbenientes certifico. /
Niebla y julio, 29 de 1844 /
Juan de Dios Salvatierra [firma]

         Realmente fue la firma de este documento la que nos llevó a una conclusión distinta a la suposición inicial.

firma de Juan Salvatierra. Archivo Diocesano

Si observamos, la firma es idéntica en ambos casos, en el certificado y en la pared de la cripta, por lo que, obviando que Juan de Salvatierra no pudo haber firmado en su lápida, pensamos que fue el maestro de obras encargado de reparar la iglesia de Santa María y que dejó su firma en un lugar poco visible; aunque actualmente veamos en primer plano la firma del alarife, si nos ubicamos en la disposición original de la cripta, a la que se entraba por la parte delantera del ábside, el nombre del albañil quedaba oculto y al fondo.

Ya puestos quisimos bucear un poco más en la biografía de Juan de Salvatierra y encontramos una vida que peculiar y que refleja una situación bastante común en el siglo XIX español:
Aunque la referencia más antigua de Juan de Salvatierra es la de 1844, del Archivo Diocesano, no encontramos a este maestro albañil en los padrones de vecindario hasta 1851; Juan, natural de Utrera (Sevilla) y de 42 años, en 1851 vivía en la Plaza de la Constitución (actual Plaza de Santa María) con su mujer María Carrasco Mora, natural de Bonares, de 32 años y con sus hijos de 7 años Antonio y María (mellizos/gemelos?); nos llama la atención que sus hijos son naturales de Niebla, y, sin embargo, ni Juan Ni su familia aparecen en los padrones de 1845 ni en 1850. Puede ser debido a un error en la elaboración de los padrones, que omitieron esta familia (algo poco creible), que vivían en otra localidad (acaso Bonares, de donde era su mujer) o que no adquirió la condición de vecino hasta el año 1851, nuestra hipótesis, ya que sus dos hijos habían nacido en Niebla.

En el año 1855, su hija María ya no aparece en el padrón, suponemos que fruto de la nada inusual mortandad del XIX en España, de esta manera conviven Juan, su esposa e hijo.
            Otra nueva situación nos ha llamado la atención en el padrón de 1861, en este caso Juan vivía en la calle Siete Revueltas, pero estaba casado con Carmen Fernández Díaz, natural de Huelva y convivía con Rosa Boza Fernández, que suponemos su hijastra, fruto de un matrimonio anterior de Carmen. Así pues pensamos que Juan enviudó entre 1855 y 1861, volviéndose a casar con una viuda, también suponemos que su hijo Antonio moriría porque desparece igualmente de los padrones posteriores. Situación que perduró hasta 1863, año en que Carmen aparece en el padrón con la condición de “viuda”, evidentemente Juan de Salvatierra murió entre los años 1861 al 63 con 52-54 años de edad aproximadamente. ¿Qué fue enterrado en la cripta de Santa María? No lo sabemos, pero que la inscripción que encontramos en ella es su firma sí lo podemos asegurar.


padrón de 1855. Archivo Histórico de Niebla. leg. 166

            Es nuestro pequeño homenaje a un persona que vivió, trabajó y murió en Niebla, que nos ha tenido pendiente de su vida desde los comienzos de nuestras investigaciones y que, como tantos otros anónimos, hicieron de Niebla lo que es hoy. Gracias Juan de Dios Salvatierra y Arenas.

            Con este artículo abrimos también una nueva vía con pequeñas biografías que nos ayuden a entender la vida iliplense de siglos pasados.

Pelayo Castillo Palacios y Antonio Bonilla Giles.