"STAT ROSA PRISTINA NOMINE, NOMINA NUDA TENEMUS"

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El blog de Pelayo Castillo Palacios

domingo, 8 de septiembre de 2019

LA VIRGEN DEL PINO EN LOS DOCUMENTOS (II) SANTA MARÍA DE LAVAPIÉS


1.    LA VIRGEN DEL PINO.

1.1                  Santa María de Lavapiés
El documento más antiguo encontrado no corresponde al AHN, sino a la Colección diplomática del Monasterio de Santa Clara de Moguer (VILAPLANA, 1975), concretamente es un testamento realizado por una vecina de Niebla, Urraca Fernández, de la collación de Santiago de Niebla, que dona para la obra de la eglesias de Santa María de Lauapiés… e de Santa María de las Rozinas, dos marauedís a cada una… Así pues en 1349, menos de un siglo después de la conquista de Niebla por Alfonso X, existía una ermita bajo la advocación de Santa María de Lavapiés, no sabemos si es fruto de la cristianización del reino de Niebla o si sobre una construcción previa y más antigua se levantó la ermita.

            Tuvo que ser una advocación reconocida porque el primer conde de Niebla, don Juan de Guzmán, en un documento fechado el 3 de octubre de 1396,  dos días antes de su muerte, dona igualmente en su testamento 20 maravedíes a las ermitas de San Christoual de Niebla y Santa María de Lauapiés, que son término de la dicha villa… (ANASAGASTI y RODRÍGUEZ, 2006)


1.2                  Ermita extramuros.

4.2.1 Ubicación.
            Sabemos que el arroyo de Lavapiés, vierte sus aguas en la margen derecha del río Tinto desde el norte del actual término municipal, algunas citas nos podrían acercar más a la ubicación de la ermita; aunque muy posterior, concretamente en 1755, no tenemos razones para pensar que el edificio del siglo XIV hubiese sido desplazado de su localización primitiva, por lo que en la relación que se envía al monarca sobre los efectos del terremoto de Lisboa de 1755, el alcalde manifiesta que:
La felicidad de no haberse experimentado en esta villa la desgracia de persona alguna ni el estrago que se ha oído de otros pueblos inmediatos, se atribuye al benigno patrocinio de la devota Imagen de Nuestra Señora del Pino, singular abogada en cuantos desconsuelos han afligido a este pueblo, que se venera en su ermita que está a distancia de medio cuarto de legua en un valle, inmediata a un arroyo que llaman Lavapiés
También fray Felipe de Santiago recopiló en su libro de 1715 una serie de leyendas sobre apariciones marianas de la provincia, concretamente la séptima (en el capítulo XXII) es la Virgen del Pino, de la que dice que su ermita se encontraba a dos mil pasos.




4.2.2   Vinculación religiosa.

El carácter extramuros de la ermita de Lavapiés puede ser también significativo a la hora de aparecer vinculada, o al menos referidas en documentos junto a la iglesia de San Lorenzo, que suponemos en las inmediaciones del lugar que ahora ocupa el cuartel de la guardia Civil de Niebla.
Principalmente es el documento donde Alonso Hidalgo, Hermano Mayor de la Misericordia, presenta las ordenanzas de la Hermandad de la Santa Caridad y Misericordia de Nuestro Señor Jesucristo y alabamiento de la Santa Trinidad, que fue principiada en 1495. En su capítulo 9 recoge lo siguiente:
Cap. 19, del enterramiento de los hermanos cofrades.
y si algún hermano se mandare enterrar en alguna iglesia o / monasterio fuera de la villa, que lo acompañen hasta la puerta de / la villa. Escepto si se enterrare en la iglesia de San Lorenzo o en / Santa María del Pino,porque fasta allí lo han de acompañar.
No podemos inferir más vínculo que el de ser tenidos en cuenta a la hora de enterrar a los hermanos de la citada hermandad, pero es significativo que todo un cortejo fúnebre pudiese acompañar un cuarto de legua al difunto hasta la ermita de Lavapiés.


4.2.3   Dependencias, distribución y estado de la ermita.

Nuestra fuente principal son los libros de visitas del siglo XVIII, de ellos nos quedan descripciones más o menos someras que nos indican la existencia de un edificio principal, la ermita, alrededor del cual se organizan otros edificios y dependencias.
La de 1710 es la más completa, la ermita era de una sola nave, con suelos de ladrillos que se colocaron en 1620, sospechamos que hasta ese momento pudo ser de tierra apisonada; estaba poco iluminada, ya que tan sólo tenía dos aberturas al exterior, una ventana junto al altar mayor y una puerta lateral, cuya disposición hacía que entraran corrientes de aire que “apagaban las velas”; además la puerta era baja por donde “salía la Virgen con gran indecencia”, para procesiones y traslados, esta penosa situación se soluciona haciendo una puerta más grande de dos hojas y en madera de Flandes y colocándola a los pies de la ermita, una ubicación mucho más lógica y natural. Igualmente tenía una sacristía y un portal que 20 años más tarde, en 1730 estaba hundiéndose, creemos que éste se encontraba en los pies, dando protección a los fieles justo antes de la nueva entrada. Creemos que la Virgen se encontraba en una capilla, cubierta por una bóveda sustentada en arcos y adornada por un retablo de madera; en algún momento se menciona un “camarín dorado” que aún no sabemos si se refiere a la capilla, de dimensiones reducidas y al retablo (policromado). También nos ha llamado la atención la existencia de unas andas que se utilizarían para las procesiones y traslados de la imagen a Niebla.
Es en el año de 1730 cuando se repara, de nuevo, la estructura principal de la ermita, ya que al hundimiento del portal hay que añadir el riesgo de hundimiento de los muros laterales; se construye un cuarto corrido para oficinas, probablemente adosado a un lateral de la ermita para ayudar a sostener los muros laterales; también se reparan y elevan los techos de la casa de los santeros y ermitaños, ya que corrían gran riesgo de incendiarse al tener chimenea y techumbre baja.
Sospechamos que el mantenimiento de la obra (y probablemente su ejecución) no fue el más correcto, ya que sólo 10 años más tarde el altar mayor se encontraba arruinado y la imagen de la virgen sobre una mesa hecha con “restos del retablo”. Dejadez que se corrobora en 1787 cuando la pared de la sacristía está arruinada y se cambia la techumbre por el mismo motivo. Recordaremos más tarde como el terremoto de Lisboa de 1755 no produjo daño alguno en la ermita, por lo que su estado lo atribuimos a una falta grave de atención a de su cuidado y mantenimiento.
Es durante la dominación francesa de la Guerra de la Independencia cuando se le da un definitivo golpe a la ya maltrecha ermita, las fuentes achacan la ruina del edificio a las tropas invasoras, aunque creemos que tampoco tuvieron que esforzarse demasiado.
Nuestra señora del Pino estuvo en la única iglesia activa durante el tiempo de la invasión francesa, en la de Santa María, al menos hasta el año 1820, cuando se repara la ermita de Lavapiés con la caridad de los feligreses y Domingo Ponce Rivera, solicita tanto la bendición de la nueva ermita como su nombramiento de Mayordomo de la misma.
Tampoco este intento fructificó durante mucho tiempo, ya que en 1890 la virgen se encontraba de nuevo en la iglesia de Santa María, por encontrarse su ermita arruinada, parece ser que fue una constante esta situación ruinosa de Lavapiés.
El último intento de restaurar o reconstruir la antigua ermita se produjo en 1953, aprovechando una subvención estatal de 17000 pesetas y con la contribución “voluntaria” de todos los iliplenses (el alcalde ordena que deben prestar una peonada al menos), también se forman comisiones de obra, de prestación personal, de rifas y de toros. Las obras quedaron inconclusas y definitivamente abandonadas.
La nueva, y última ermita, se construye unos kilómetros más al norte de la original, acogiendo actualmente a Nuestra Señora.


4.2.4   Economía.

No tenemos nada claro de quién dependía directamente el mantenimiento y sustento de la ermita. Inicialmente podría pensarse que era autosuficiente, contando con un mayordomo que hacía las veces de administrador, pero, en casos de necesidad urgente el ermitaño recurría al cabildo; nos constan varias peticiones (1621, 1622, 1624, 1630) de dinero o tela para vestirse porque considera su situación “indecente”, incluso tras cuatro años de solicitarlo sin respuesta municipal llegó a manifestar que va “desnudo”, quizás una exageración, pero que manifiesta la precariedad en la que vivía el ermitaño y su familia.
Independientemente de la responsabilidad económica del sustento de la ermita e imagen, sabemos que tenía dos fuentes de ingresos principales: las donaciones y las propias.
Las donaciones son pocas, probablemente reflejo de la situación económica de la población, ya hemos visto como algunas provienen de testamentos, destacaremos el de Walabonsa Toronjo, que en  1895 donó en el suyo 500 pesetas, una cantidad nada desdeñable para la época, destinadas a un manto para la virgen, pero el párroco del momento, don Cristóbal Jurado, los destinó a otros menesteres por considerar tal manto innecesario. También en 1627 Pedro López Molinero hace una cuestación popular para comprarle una corona de plata al niño de la Virgen, pidiendo ayuda al cabildo que, en este caso, si colabora. Aunque no tenemos relación de ella, sabemos que el mayordomo controlaba un libro de alhajas y ornamentos, probablemente y como ocurre hoy día, fruto de donaciones populares.
Los bienes propios eran los que sustentaban la mayor parte de gastos de la ermita y de la imagen. Al igual que el resto de la economía iliplense eran de carácter agropecuario, aunque en el caso de la ermita sólo nos constan dos pedazos de tierra próximos a Lavapiés y no demasiado grandes, uno de ellos con 36 pies de olivos y el otro suponemos que para sembrar cereales. Es el ganado su fuente de ingreso principal, sabemos que en 1744 el patrimonio ganadero constaba de 7 bueyes de arada, 4 vacas grandes, 2 novillos de tres años que llaman utreros, 1 novilla de tres años, 1 becerro de dos años que llaman eral, 1 becerra de tres años que llaman erala, 1 becerro de un año que llaman añojo. Un total de 17 animales que intentaban mantener en número, lo que también implica dependencias y cuidador de los mismos, ¿acaso el propio santero o su familia? Este ganado se subastaba públicamente para las dos épocas principales del año, la sementera y el barbecho, cuando más se necesitaban para trabajar la tierra.



4.2.5   Antiguas romerías.

No hemos sido capaces de encontrar una fecha exacta para estos traslados populares de la población iliplense a la ermita de Lavapiés, los denominaremos romerías por la similitud que tienen con la actual que se realiza en mayo.
La romería duraba al menos un día y una noche ya que a los curas que realizaban el pregón se les invitaba a una comida, un almuerzo, una cena y un desayuno; también sabemos que se hacía una procesión con la virgen, probablemente sobre las mismas andas que se utilizaba en sus traslados de ida y vuelta a Niebla. Las veladas festivas tuvieron que ser notorias y “excesivamente festivas” ya que en 1714 los visitadores del arzobispado de Sevilla prohíben dichas veladas por los “escándalos en el santuario del Pino”, también hay que reconocer que los valores y costumbres espirituales de la España Moderna eran un tanto diferentes a los actuales y que los enfrentamientos entre instituciones religiosas y civiles eran muy frecuentes, por lo que hemos leído en el archivo del obispado de Huelva, quizás este contexto magnificó la situación.
Durante la romería se hacía la “subasta del ramo”, que ayudaba a pagar las fiestas. Actualmente se conserva en la provincia de Huelva dos tipos de actos denominados de la misma forma y en el mismo contexto patronal y de romerías, uno consiste en una cesta o ramo que se llena de viandas y se subasta entre los fieles; la segunda y la que pensamos corresponde a la antigua romería de Lavapiés consiste en subastar el ramo de flores que la Virgen había llevado en su mano durante toda la romería, el ganador de la subasta era nombrado mayordomo para el año próximo y contribuir a la maltrecha economía de las fiestas, el problema radica en que la cantidad a veces no llegaba y el cabildo tenía que aportar parte de los gastos para hacerlas con “dignidad”.


4.2.6   Los ermitaños negros.

En una charla personal con Manuel Vázquez León, quien pudo trabajar con el legajo de prioratos y ermitas y de cuyo libro hemos  extraído mucha información nos indicó el gran fervor que la población negra tenía por ciertas advocaciones marianas, es el caso de Niebla y la Virgen del Pino. Nos consta que casi una quinta parte de la población iliplense en el siglo XVIII estaba compuesta por “morenos” o de “color pardo”, tal y como se recoge en los padrones respectivos, no es de extrañar pues, que también hubiese una alta proporción de negros, mulatos, pardos o morenos entre los ermitaños y santeros que cuidaban de las dependencias, el ganado y la ermita, de hecho, en las fuentes a veces no se recoge el nombre del mismo pero sí el color de su piel y el de su familia.



descendiente negro de Gibraleón (LARREA PALACÍN)

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