Hoy,
11 de abril, se cumplen 300 años de la firma del Tratado de Utrecht.
Quizás
parezca el comienzo de una clase ladrillo de Historia del instituto, pero nada
más lejos, ya que de lo que quiero hablar es de una de las consecuencias de la
firma del tratado… bueno, de dos:
La
primera y más vergonzosa es que el Tratado supuso la apropiación de Gibraltar
por parte de Inglaterra, y ahí está, elevándose sobre la única colonia en suelo
europeo. Puede que parezca una nimiedad reivindicar un pedazo de tierra, pero
el problema es cuando el vecino te coloca en tu patio trasero su propio pozo
negro, es el olor que desprende lo que realmente molesta.
No
es necesario bucear mucho en la información para saber que Gibraltar es:
- Un nido
de piratas (antiguos y actuales)
- Un paraíso
fiscal donde lavar dinero de desconocida procedencia.
- Un
territorio donde existen más empresas que habitantes ¿curioso no?
- Un atentado
ecológico a la costa española, con sus barcos monocascos que aprovechan para
limpiar fondos o para soltar porquería en nuestros litorales.
- Una imagen
de prepotencia de un país tradicionalmente explotador y que ni siquiera se
considera europeo (ellos son los habitantes de “ la isla” y nosotros los del “continente”).
La
lista podría ampliarse hasta donde queramos, pero ya huele bastante con lo
anterior.
La
segunda consecuencia bien muy al caso esta semana (el domingo será 14 de abril)
y está ligada a la forma de apropiarse de parte de España. El Tratado de Utrecht
supone el final de la Guerra de Sucesión Española, en la que se dirimió quién
debía sentarse en el trono español, que al final recayó en Felipe V, quien
instituyó la dinastía borbónica que sigue hoy en el sillón (por cierto, Felipe V
hablaba un perfecto francés cuando comenzó a reinar, el español como que no).
Lo verdaderamente
grave era la circunstancia por la que Felipe V se hizo con el gobierno español.
El último miembro de la casa de Austria murió sin descendencia, Carlos II,
conocido popularmente como El hechizado
(la historiografía siempre benévola con la Monarquía); un inútil “raquítico,
enfermizo y de corta inteligencia, además de estéril”, (un regalito, vamos). Pues
tal “joyita”, y sin contar con los años de regencia de su madre gobernó España
durante 25 años.
Pero,
claro está, como buena monarquía el heredero es el heredero y si te toca el
tonto te aguantas. Puede que fuese normal en el siglo XVII, pero ¿y si ocurre
en el XXI?....
Menos benévola, te recuerdo que también le decían Carlos El Imbécil. El pueblo siempre va derecho al bulto: al pan, pan y al vino, vino.
ResponderEliminarYo de historia, ya, poco o nada, Pelayo, y eso que tuve mi época en la que empollé mucha historia de España pero luego pasa y olvidas...
¡Disfruto mucho con estos artículos tuyos que dan así, lo que pasa es que luego no sé cómo comentarlos!
Besos apretaos.
Ese problema acerca de comentar sobre algo que no dominas lo sufro igualmente en el tuyo con la poesía, así que te recomiendo que hagas lo mismo que yo, lee, disfruta y suelta lo que te apetezca, siempre es muy bien recibido.
EliminarBesos apretaos