Hoy
toca discurso filosófico: la Microhistoria, como parte integrante de nuestro
microcosmos o entorno inmediato.
En
esta vorágine tan de moda de nacionalismos, independentismos, localismos,
catalanismos, andalucismos, iliplensismos ¡joder que palabro! Y todos los “ismos”
que se os ocurran, podemos caer en el error de buscar lo único como elemento
diferenciador y que nos haga mejor que los otros. Es una sensación que intento
no dar en mi blog; ya sé que al ser de ámbito local y restringido a mi pueblo
puede parecer que no aporta nada a todo aquello que se encuentra fuera de las
murallas, o como mucho, fuera del término municipal de Niebla.
A veces
puede que me deje llevar por sentimientos y de la impresión de que lo de mi
pueblo es mejor que nada; “errare humanum est” y dada mi condición humana
admito mis fallos e intento corregirlos. Pero en el global de mis horas de
estudio, investigaciones, ordenador, robos al sueño, etc. mi objetivo siempre
ha estado claro: intentar hacer una Historia de Niebla (microhistoria) lo más
decente posible para que pueda ser usada en un contexto mayor por alguien que tenga
capacidad e intención de hacerlo.
La
famosa y manida comparación del “granito de arena que hace una montaña” es
totalmente útil en este caso. La Historia seria y moderna no valora tanto el
objeto de estudio (grandes imperios, reyes, personajes significativos,
civilizaciones pasadas, etc.) como la forma de acercarte a tu objetivo. En definitiva
lo aparentemente más nimio si está bien hecho se convierte en una herramienta
para alguien, una pieza del engranaje que no hace que chirríe, sin embargo, las
grandes gestas, mal estudiadas hacen que la concepción del pasado corra el
riesgo de derrumbarse como un castillo de naipes.
No
se trata de acabar con tradiciones o leyendas, consiste en darles su justo
valor, o al menos el que yo creo justo. Son formas válidas para acercarnos a la
Historia, no niego su valor pedagógico, de cohesión social, turístico o
cualquier otro, pero mi formación hace que tienda hacia el otro lado, el de los
datos empíricos o, al menos, poco cuestionables.
Aun
así, no hace mucho que un profesor definió la Historia como la “literatura que
hacemos del pasado desde el presente”, evidentemente literatura en el sentido
que es un discurso creado por nosotros sobre unos datos que tenemos sobre la
mesa. Lo importante es que esta literatura, este cuentecito, sea útil para la
enciclopedia de nuestra Historia General.
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