Bueno, aquí estamos retomando la Historia de Niebla por
donde la dejamos hace casi un año, con el casi siempre supervalorado mundo
romano.
Una vez pasado el 2012, cerramos el ciclo del 750
aniversario de la conquista de la ciudad y del reino de Niebla por Alfonso X,
con un bagaje paupérrimo en cuanto a conmemoraciones por parte de nuestro
consistorio; como historiador me hubiese gustado algo más de interés por
nuestra Historia, pero parece ser que ni a Ayuntamiento con su supuesto
Gabinete de Prensa ni a quien se beneficia del patrimonio les interesa fomentar
la imagen de nuestro pueblo hacia el exterior, como diría un amigo “esto… pa
pueblo está bien”. Esperaremos tener mejores gestores para el 800.
Entremos en materia más seria, la Ilipla romana. Concretamente
hablaré sobre otro de los monumentos que suelen aparecer en publicaciones más o
menos serias, fotografías, internet, etc. El puente romano.
A pesar del nombre, por desgracia el carácter romano del
puente sobre el Tinto no es más que eso, un nombre. En la actualidad no se
conservan estructuras claramente de factura romana, son varios los elementos
que pueden hacernos creer que, al menos en origen, fue de construcción romana
(o anterior):
- - Su ubicación. Ya se ha comentado que la razón
de ser de la ciudad de Niebla, es controlar el acceso desde el mar hasta el
valle medio del Guadalquivir y viceversa, control que se ejerce desde el vado
del Tinto, defendido además desde las alturas. Por tanto si existe una
ubicación lógica es la actual.
- - Elementos constructivos como el arco de medio
punto de sillería, los tajamares (aguas arriba), prismas triangulares y cilindros
(aguas abajo). De posible diseño romano, pero ocultos o embutidos en
estructuras externas.
De
esta forma tenemos un puente que ha sufrido muchas remodelaciones a lo largo
del tiempo, de las que destacamos la voladura de la parte central durante la
Guerra Civil, aunque también en época musulmana, durante el reinado de Carlos
V, en el siglo XIX, etc.
Para mí, Pelayo, es el puente más bonito del mundo, esa curva que hace, tan grande y peligrosa, y después la vista del río, con ese pequeño salto de piedras, y las aguas cobrizas, tan extrañas y mágicas... inolvidable y amadísimo.
ResponderEliminarBesos apretaos.
La verdad es que, independientemente de sus constructores supieron elegir un sitio precioso, desde cualquiera de las alturas del pueblo, sentarse simplemente a ver pasar el agua mansamente es un lujo al alcance de pocos.
EliminarBesos apretaos